Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cuaderna

Felipe, Hollande y Merkel

Se hizo la luz. El pasado 7 de octubre del presente año tuvo lugar en el Parlamento europeo una importante y solemne sesión plenaria, cuyo eje principal fue el de la reafirmación europeísta. Especial relevancia tuvieron las intervenciones del rey Felipe, la del presidente de la República Francesa y la de la canciller alemana. Repito, se trataba de hacer una apuesta de futuro y reafirmación de una Europa unida, de la Europa de las naciones.

Debo confesar que, por primera vez, vi una unidad de criterio inquebrantable entre las dos principales potencias de Europa, antaño antagónicas hoy hermanas y unidas, en el mensaje de la necesidad de una Europa fuerte. Nuestro rey también fue claro y contundente en el mensaje. Desde el inicio se declaró europeo por ser español, y precisamente por ser español se declaró profundamente europeo. Sólo le faltó apelar a la batalla de Lepanto para reivindicar que España siempre se ha sentido europea.

A pesar de la mala educación exhibida por los "tontos contemporáneos de Izquierda Unida y Podemos", que diría Luis del Val, por ausentarse del pleno, el rey Felipe consiguió el aplauso unánime y cerrado de toda la Cámara o, para ser más exacto, del 95% de sus miembros. El rey fue especialmente claro cuando manifestó y garantizó a la UE que "puede contar con una España unida y diversa" para continuar diciendo "Europa es donde los españoles queremos estar, donde merecemos estar y donde permaneceremos siempre". Gracias majestad, por su claridad y compromiso.

Quién sí rompió todas las expectativas en su ataque al nacionalismo fue precisamente el presidente francés Hollande, socialista por cierto espero que Pedro Sánchez tome buena nota, cuando cargó con dureza sobre ellos. Hollande dijo: "El nacionalismo es la guerra. El debate no está en si más o menos Europa sino entre la afirmación de Europa o su fin. No hay otra solución que una Europa fuerte para garantizar nuestra soberanía en el contexto internacional?", "los que no están convencidos que se vayan de Schengen, que se vayan de Europa y que se vayan de la democracia si quieren". Después de estas palabras los de la CUP quedan con las témporas (el culo) al aire; bueno, en realidad los que se quedan con el "culo" al aire son los de Junts pel sí, ya que la CUP nunca ha engañado, siempre se ha declarado antieuropeísta, antisistema y anticapitalista. En su programa está salir de las estructuras europeas, incluida la OTAN. ¡Pobre Mas y cía! hoy siento penita por él y sus mariachis.

Por si lo del rey y Hollande no fuera suficiente, sube a la tribuna Merkel y dice: "No podemos volver a pensar en nacionalismos, sabemos cuáles son sus orígenes y las atrocidades causadas. Necesitamos más Europa, no menos". Ante estas declaraciones, en sede parlamentaria, me atrevo a decir que realmente en ella se pusieron las bases para que la UE haga frente común a los caprichos nacionalistas que pueden darse en el seno de Europa; y hoy de manera especial a los nacionalismos periféricos de España, cortando de raíz toda posibilidad de reconocimiento a cualquier tipo de proceso independentista, que en el caso de Cataluña y el País Vasco han conseguido dividir a una sociedad que lo que quiere es vivir en paz y no arriesgar lo mucho conseguido, desde que España es una democracia plena, totalmente homologable a las democracias europeas.

Para finalizar este comentario hago mías una serie de reflexiones de autor. Decía Karl Marx: "El nacionalismo es un invento de la burguesía para dividir el proletariado". Al menos el nacionalismo vasco y catalán da carta de naturaleza a la afirmación del Mohr (apodo que tenía Marx por su tez morena, y su cabello y barba negros).

También Cánovas y Sagasta se pronunciaron al respecto: "Lo malo es que se ha creado la impresión de que todo el mundo, para lograr ventajas políticas, tiene que poner cara de nacionalista. Y así lo que ocurre es que nadie quiere ser como los demás, cuando lo perfecto sería que en un estado de derecho todos fuéramos como los demás, iguales en derechos y garantías". Sobran las palabras.

Para último hago mías las palabras de Albert Camus: "Amo demasiado a mi país para ser nacionalista". Por eso digo y afirmo que tan dañino es ser un nacionalista español como ser nacionalista periférico. Lo realmente importante es sentirnos españoles como elemento fundamental de pertenencia a un mundo global, que lo que nos une es la condición humana y no la pertenencia al territorio. Y que nadie se equivoque, esta afirmación mía en nada contradice el hecho de sentirme hijo de Balears, y por ello parte integrante de España. Siempre he tenido el convencimiento pleno de que cuanto más luchemos por defender nuestra lengua, nuestra cultura, nuestra historia y el bienestar de nuestros conciudadanos, más contribuiremos en fortalecer a España como patria común de todos los españoles, tal como reza nuestra Constitución. Esto es precisamente lo que yo vengo denominando, desde hace años, regionalismo integrador.

Compartir el artículo

stats