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Empieza el baile

El baile electoral lo abrió Miquel Iceta, el socialista que amaba a Freddy Mercury, y el otro día ya entró en danza la vicepresidenta del Gobierno. La comunicación no sólo consiste en formatear el lenguaje; los políticos hace tiempo que se han convertido en performers. Sólo importan los sondeos, ellos dirigen la acción simbólica, que Kenneth Burke introdujo en las ciencias sociales.

Recién inaugurado el espectáculo, fue Clinton en primero en decirlo. It's the perfomance stupid. Teníamos, el relato, el mensaje y la consigna y ahora empieza el baile. La noción clásica no basta por si sola para encauzar el debate real que la sociedad requiere sobre sus problemas. Es necesaria la escena, el circo, el juego de los distintos actores, la televisión, los partidos y los internautas, para fabricar el sueño líquido que puso en marcha Obama: el "yes we can" o el Podemos de la identificación metafórica.

Pablo Iglesias volverá a cantar las canciones de Krahe, sin Krahe, claro; Iceta elegirá nueva repertorio para no repetirse con Mercury, y Soraya Sáenz de Santamaría regresará a El hormiguero siempre que Pablo Motos se lo pida y las circunstancias animen. Las circunstancias, ya digo, las impone el CIS a golpe de encuestas.

La reapropiación social existe desde la crisis de 2008. Lo cuenta Christian Salmon en La ceremonia caníbal: los gobiernos, los políticos, en general, intentan orientar los flujos de atención que tienden a dispersarse confundidos. Las parodias, las fabulaciones, los rumores, los desmentidos, han sustituido a la información que debería nutrir el debate. Por si la identificación de los corazones simples no fuese suficiente ha llegado el baile a las pasarelas. Por mucho que la inteligencia avance en determinados campos, vivimos en una sociedad particularmente idiotizada. De eso no hay duda. Y lo peor no es que te puedan llamar dinosaurio por percibirlo.

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