No entraré en el discurso banal de qué siglas ganaron las elecciones catalanas, de la legitimación, del soberanismo, del recuento por escaños o por votos, etc. Voy a la lectura directa, a la cuestión de fondo de los comicios: el señor Mas ha provocado que se incida, profundizando, en la fractura de la sociedad catalana, la política de bandos, la de los enfrentamientos. Me explico.

Jordi Pujol permaneció al frente del Govern durante 23 años. En ese extenso lapso temporal pactó con gobiernos populares y socialistas, indistintamente. Polemizó con todos los presidentes de gobierno, para conseguir mejoras en las competencias autonómicas catalanas, amenazó constantemente, rebeliones mediáticas de todo tipo: fiscales, económicas, insumisión, Espanya ens roba, etc., y el último recurso, la solución final: la independencia. Tensó la cuerda cuanto pudo, pero jamás, repito, jamás, impuso formalmente ese ultimátum. Como buen botiguer de La Rambla, Pujol sabía exigir para ceder, amagar para no pegar, tensionar para no romper. El delfín nos ha salido pescadilla. No aprendió de la actitud funambulesca de su maestro Pujol, de cómo manejar con prudencia las presiones propias del catalanismo, y el independentismo, que a la vez ejercían útilmente de moneda de cambio ante los gobiernos centrales de turno, obviamente incluyo al del PP, si bien unos siempre han cedido más que otros? que se conformaban con mantener la situación controlada a través de negociaciones de competencias fiscales, pactos... y procurar mantenerlos en modo Pause. Porque el pujolismo recogía el reclamo de los que, durante años, le dieron alas para gobernar, pero a la vez sabía que determinados brindis al sol era mejor no hacerlos porque directamente pasarían, de ser una comunidad que se hacía eco de sus hipotéticos derechos históricos, a hacer el ridículo. En resumen, Pujol sabía que su objetivo era mejorar el autogobierno catalán, las condiciones de vida, y para ello el medio era la amenaza independentista. Mas, en sólo cinco años y tres convocatorias electorales después, ha confundido el objetivo con el medio, cree que la independencia es el fin, y que la mejora de las condiciones de vida, competencias autonómicas, son secundarias. Pujol, como en el chiste del viejo abogado, está tirándose de los pocos pelos que le quedan, su sucesor ha cerrado un pleito que llevaba durando 23 años, y ya no habrá más provisiones de fondos? Los catalanes no podrán seguir exigiendo compensaciones.

De verdad creo que el gran perdedor de estas elecciones catalanas es Artur Mas. Su partido, CiU, está roto. Lo que le queda, Convergència, está dividida ante un líder independentista. Su capacidad de interlocución con Madrid, Rajoy, Sánchez, incluso Rivera, es nula. Su terreno político está siendo ocupado por ERC, y los jóvenes batidores, CUP, CatSiqueespot, son más creíbles a la hora de plantear determinadas reivindicaciones sociales. Para más señas, no le quieren de president quienes le podrían apoyar, pero Convergència no puede permitirse quedarse sin president? solución, la más fácil, sacrificar a la persona, y poner a alguien que pueda ser votado por CUP o CatSi. Yo creo que Mas acabará devorado por los suyos, a petición del resto de fuerzas políticas, pero ese banquete convergente, no estará exento de cierta delectación por parte de algunos de los propios asistentes. Se lo merendarán los suyos, en aras a la real politik, y porque me cuesta imaginar que gran parte de Convergència Democràtica crea en una independencia real como la que proclama Artur.

No, desde luego que no, Artur Mas no es, ni mucho menos, Jordi Pujol. Este supo construir un sentimiento catalán aglutinador, utilitarista, que luchaba por conseguir las mejores condiciones posibles de vida de ellos, los catalanes, de la autonomía, pero en el contexto del estado español. Utilizaba el soberanismo como argumento, pero sin necesidad de agredir al resto de españoles. Esa era su habilidad, ese era su juego. Artur Mas, tosco, insolidario, desagradable, necesita reivindicarse. El espejo pujoliano es crudo, muy duro, y Mas necesita extender la bruma, el olvido, sobre la real situación del assenyat, y al menos por mi parte, querido ciudadano catalán, una sociedad asolada por el paro, el déficit, la deuda pública, necesita una gran capa de distracción, la del independentismo. No, Artur no es Jordi, pero me temo que se parecen, me cuentan, me dicen, yo no puedo saberlo, en el 3%, pero esa es otra historia?

* Diputado nacional y portavoz del PP balear