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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Mankell creó el 'nordic noir'

Henning Mankell es la mayor aportación de Suecia a la cultura de masas desde Abba. Hemos pasado tantas horas en su compañía a través del inspector Kurt Wallander, que reconocemos sus huellas en la trilogía milenaria de Stieg Larsson, por no hablar de la media docena de series televisivas que han transformado nuestra manera de contemplar la atrocidad. Creó el nordic noir, una marca a la altura de Ikea. Funciona como el software ideal para las largas veladas en que los atracones de capítulos criminales han suplantado al alcohol, o incluso al sexo, entre las adicciones a consumir en horizontal. En el invernadero de los coquetos países escandinavos se cometen más crímenes en la ficción que en la realidad, han modulado las condiciones atmosféricas ideales para el asesinato y los rituales satánicos. ¿Quién desea leer sobre un homicidio en Londres?

Las diez novelas negras de Mankell te dejan empapado gota a gota. Nos sorprendía su longitud, la perspectiva forense del horror, el parte médico diario de su héroe inadaptado. Con su corazón a cámara lenta, el autor de Los perros de Riga enmendó la taquicardia del género criminal. La televisión protagoniza un renacimiento inesperado sin más que estilizar su ritmo pausado y acondicionar un entorno brumoso. Algún día se descubrirá que Maigret y Wallander son dos hermanos huraños.

La obra de Mankell viene estructurada bajo coordinadas éticas, no solo por su intensa actividad solidaria en Mozambique. Su inspector prolonga las virtudes que Raymond Chandler asigna al detective público o privado en El sencillo arte del asesinato. Si el policiaco es un asunto menor, de pulpa, habrá que preguntarse por qué tantos autores pretendida y pretenciosamente serios lo abrazan para conseguir algo parecido a una lectora. A continuación se pasan la campaña promocional justificándose, como el anunciante que despoja de la camisa al modelo de su publicidad. La literatura está herida de muerte, salvo en el género donde todas las heridas son mortales. Mankell nos abandona cuando ya lo habíamos traicionado con relatos más chispeantes. Nos deja en herencia a Jo Nesbo, el retorno del alcohol a la novela negra.

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