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Hágase la luz

Un fenómeno que me fascina desde que tengo vida consciente más o menos cuando se instaló El Corte Inglés en mi ciudad natal es que, busques lo que busques en esos grandes almacenes, indefectiblemente la dependienta o dependiente lo tiene, lo usa y le parece una maravilla. Hasta ahora, y tras un rápido análisis in situ, nunca lo he dudado; en efecto, cualquier artículo de la vida diaria es susceptible de encontrar acomodo en muchas casas. Pero he de reconocer que a veces tanta unanimidad en la estrategia de marketing me fastidia, hasta el punto de disuadirme de la compra. En ocasiones el celo vendedor debería tener límites. La veinteañera de rostro terso que, muy seria, asegura emplear cada mañana una crema nutritiva con nanopartículas borradoras de arrugas, microácidos paralizantes de la expresión y rayo compensador de la realidad a lo bolígrafo de Men in Black, quizá no calcula el efecto que producen sus palabras en la posible clienta de mediana edad abducida por los trucos publicitarios que, en ese mismo instante, se ve la cara en implacable contrapicado gracias a un espejo de aumento insidiosamente instalado sobre el anaquel. "Miénteme, dime que me has esperado siempre", le decía Johnny Guitar a una Joan Crawford en estado de gracia. Pues bien, según el momento, una prefiere que la dependienta sea sincera y le diga: "Mire, señora, póngase lo que quiera, pero los milagros no vienen en un tarro".

De igual modo, los milagros tampoco vienen en la nueva tarifa por horas que las compañías eléctricas anuncian a bombo y platillo. Hace unos días, durante un zapping rasante, apareció en la pantalla de mi televisor un maduro señor de cabello plateado en mitad de una entrevista. Por las encendidas alabanzas que dedicaba a la susodicha tarifa, deduje que era un alto cargo de una de las mencionadas compañías; aseguraba que una catarata de dicha inundará los hogares españoles cuando todos veamos la luz en sentido literal y nos cambiemos a ese dispensador de felicidad que tenemos al alcance de la mano? siempre, eso sí, que dispongamos de un contador inteligente (de alquiler mensual más caro, que las compañías nos han colocado porque sí) y de un smartphone para ver cada día en qué tramos horarios será más barata la electricidad el día siguiente. Ah, y siempre que cada noche estemos dispuestos a poner el despertador para conectar la lavadora, guisar el pollo y ducharnos a las cuatro de la mañana (no quiero ni pensar que mi vecino, el de la lavadora que suena como las turbinas de un Jumbo, haya visto también la entrevista). Para terminar, el apuesto ejecutivo miró a cámara y, sonriendo como un arcángel, afirmó: "Yo ya la tengo y estoy encantado".

Quitando el mes de septiembre, este año el recibo de la luz ha subido más de un 8%. Comparada con 2005, en 2015 pagamos la electricidad un 76% más cara. El grueso del recibo son fijos, y esos malabarismos horarios representarán el habitual chocolate del loro. Como estrategia vendedora, la actitud del ejecutivo está muy bien; como broma, la verdad, resulta de dudoso gusto.

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