"Les pido por favor que recen por mí; y los que no crean ni pueden rezar, que me deseen cosas buenas". El Papa había rezado antes por todos los americanos y por sus familias. Con estas palabras se despedía el papa Francisco de los americanos que se encontraban esperándole en la gran explanada, después del memorable discurso en el Capitolio de los Estados Unidos. Un discurso, leído en inglés perfecto, e interrumpido más de 17 veces con aplausos de aprobación y en el que el Papa tocó todos los problemas que afectan a EE UU y al mundo entero: desde la pena de muerte (pidió su abolición) hasta la defensa de la vida humana desde la fecundación hasta la muerte natural; condenó el sangriento negocio del tráfico de armas: defendió la familia y el matrimonio como Dios lo quiere de las fuerzas que intentan destruirlos, eso hará en Filadelfia; prestó gran atención al grave problema de la emigración. En un continente como dijo el Papa formado por familias de emigrantes, como la suya propia.

El Papa estructuró su discurso basándose en las personas y en las obras de cuatro americanos que representan las esencias de este pueblo forjado por emigrantes como el mismo Papa se confesó: Abraham Lincoln, Luther King, Dorothy Day, Thomas Merton. Empezó dirigiéndose a congresistas y senadores que con sumo respeto y atención aceptaron su mensaje se dirigido a ellos tomando como ejemplo de legislador al gran profeta del Antiguo Testamento Moisés, como servidores del bien común, máximo fin de toda acción de gobierno que se preste. Tuvo un recuerdo especial para los jóvenes, víctimas a veces de la inmadurez de los adultos; por los ancianos, que corren como los niños, ser víctimas del descarte económico; alabó a los empresarios que se esfuerzan con honradez por producir riqueza y puestos de trabajo. Condenó los fundamentalismos pseudorreligiosos que asesinan en nombre de sus peculiares ídolos falsos. Condenó el simplismo de los que dividen a los hombres en buenos y malos. Y propuso para todos las máximas evangélicas; tratar a los demás como vosotros queréis ser tratados; no hagáis a nadie lo que no queréis que os hagan". Criticó a los que con excusas modernas quieren descalificar a los que hace siglos se esforzaron por trabajar por el bien de los EE UU, con errores y limitaciones, como hacen los que se oponen desde la comodidad y el confort hedonista critican la canonización del gran misionero mallorquín San Junípero, quien tiene su estatua en el mismo Capitolio, vestido con su hábito franciscano y con el crucifico evangelizador. No falto la alusión a los grandes desafíos del cambio climático como una tarea prioritaria para dejar a las nuevas generaciones una tierra menos herida y más habitable, según lo ha escrito en su magnífica encíclica Laudato, si, verdadera vademécum para todos aquellos que realmente se preocupen por el medio ambiente y su conservación. Un día histórico para los EE UU y para el Vaticano que no sólo es un Estado de pleno derecho, sino la sede del primado de Pedro. Nunca un Papa había hablado en el Capitolio de los EE UU de América. Por eso es un día histórico para EE UU y la Iglesia católica, es decir universal.

* Catedrático de Lengua y Literatura, doctor en Filología Románica y licenciado en Ciencias Eclesiásticas