Cuando ni siquiera ha alcanzado los cien días de cortesía que se acostumbran a conceder para evaluar su gestión, el pacto de gobierno formado por PSOE y Més y sustentado de una forma muy sui géneris, desde el exterior, por Podemos, está mostrando unas lagunas y un malestar interno que comprometen su operatividad.

Esta semana se han vivido escenas que llevan claramente a una conclusión pesimista sobre la eficacia del Pacto. El Govern ha perdido su primera votación parlamentaria al votar Podemos una enmienda del PP que demandaba el cese del asesor Pau Thomàs y el director gerente del Ib-Salut, Juli Fuster. La política de nombramientos aplicada por el tandem PSOE-Més no se distingue precisamente por la apertura y la pluralidad, resulta cuestionable en bastantes de sus aspectos pero, al margen de todo ello, lo vivido esta semana en el Parlament ha acabado por dañar a todos y establecer desconfianza y derrochar incoherencia generalizada. En el pacto en su conjunto por incapacidad de entendimiento elemental, en Podemos por afrenta entre ideario y resultado práctico y en el PP por acentuar todavía más su aletargada división interna al alinearse aquí con quienes sus líderes nacionales etiquetan de "radicales" y proscriben para actuaciones conjuntas.

Todo podría disculparse si tras los enfrentamientos de esta semana viniera la calma o si hubiera habido capacidad de consenso y de reconducir las cosas, pero no, ha ocurrido todo lo contrario. Se ha dado vía libre a las actitudes corrosivas.

Tras alinearse con el PP que por otro lado repudia, Podemos ha dicho que "seguirá tensando la cuerda" y en el seno del Govern se reconoce que la situación no gusta, con la resignación de que no queda más remedio que aguantar.

Evidentemente, el Ejecutivo Armengol no puede estancarse en este punto porque no se trata sólo de salvar los muebles desde el punto de vista político, sino de gestionar y además hacerlo con solvencia, eficacia y atendiendo a prioridades justificadas. Las decisiones y comportamientos de los últimos días también permiten sostener que estas no son las características del Govern actual ni el método de trabajo establecido. Sin ir más lejos, si se hubiera hablado claro desde un principio, la discusión actual sobre el pago de la carrera profesional a los funcionarios, que ahora se pospone a 2017, no se hubiera conocido. A la vista de la precaria situación de las arcas públicas que impide abonar este complemento, tampoco queda claro que la creación de una facultad de Medicina, que ponen en cuestión incluso algunos sindicatos, fuera tan prioritaria. Son sólo las muestras más recientes de los bandazos que está dando esta tercera edición del pacto de gobierno.

Se impone una corrección severa antes de que los males sean mayores. PSOE, Més y Podemos sólo estarán a la altura de las circunstancias si son capaces de reconducir la inexplicable situación actual hacia posiciones de unidad y de eficacia. Además, deben hacerlo con premura porque la tarea de gobierno y de asuntos por abordar, desde la financiación al saneamiento de las arcas públicas o las actualizaciones del modelo urbanístico y turístico y la regeneración económica general, son muy considerables y urgentes. El cambio político prometido por los partidos que ostentan hoy la responsabilidad de gobierno sólo será eficaz si se fundamenta sobre la capacidad de trabajar en equipo y sin fisuras. Podemos debe definir su posición de una vez por todas sin mantener a la intemperie la decisión de unos electores que, antes que otra cosa, han reclamado pluralidad y eficacia.