He de reconocer que tenía prácticamente terminado un nuevo artículo de "El club de la comedia". Los monologistas principales del Pacte III; Francina Armengol; Enseyat; Huertas y el alcalde de Palma ahora no recuerdo si es Hila o Noguera han dado mucho de si estas últimas semanas. Sin embargo, como a mucha gente, me impactó la foto del niño sirio-kurdo de tres años Aylan Kurdi en una playa turca. Una rabia incontenida provocó una lágrima, disimulada por un sorbo largo del té verde que suelo tomar en un local del centro de Palma por la mañana temprano, después de hacer un poco de ejercicio. La verdad es que no tenía ánimos para terminar el artículo mencionado, la ironía, el sarcasmo y la crítica a los acontecimientos locales dejaron paso a la indignación.

Hace ya algunas semanas en una tertulia con compañeros de partido, ya se había comentado el tema. Alguien, más versado en este problema y conocedor de las claves de la zona, ponía énfasis en las características especiales de este movimiento migratorio. Los sirios, decía, no forman parte de las nacionalidades de emigrantes que tenemos en nuestro país. No cruzan el estrecho en patera, vienen en avión. En general el país no es pobre o al menos no lo era, y han acogido hasta hace poco a más de un millón de inmigrantes en su propio país. Evidentemente escapan, no emigran y escapan de la miseria de la guerra, escapan de la intransigencia de unos extremistas religiosos que campan a sus anchas mientras los organismos europeos e internacionales no hacen nada al respecto. No hacen nada hasta que la conciencia social les obliga a tomar cartas en el asunto; y si es así realmente, de poco nos sirven estos altos ejecutivos que se mueven presionados por los medios de comunicación y las redes sociales. Según los medios adeptos al mal llamado Estado Islámico, los sirios y libios que dejan sus países están cometiendo un pecado al exponerse, a ellos y a sus hijos, a las drogas, el alcohol, la permisividad sexual y el ateísmo de los habitantes europeos, ¡esto es el colmo!

Hace ya mucho tiempo que los organismos supranacionales y especialmente la ONU van a remolque de la conciencia social y no afrontan los verdaderos problemas de índole internacional. Necesitamos revisar los objetivos de nuestros organismos supranacionales y adecuar su estructura a sus verdaderos objetivos fundacionales. Hay que abrir un debate sobre la posibilidad de ceder soberanía a cambio de una respuesta más eficaz, o modificar los procedimientos de decisión. No hay excusa posible y creíble. La sensación siempre es que llegan tarde y a remolque de una conciencia social que es fulminante gracias a las nuevas tecnologías de las redes sociales. Se han de tomar decisiones por parte de nuestros dirigentes supranacionales con la anticipación suficiente y tomar decisiones políticas mesuradas, programadas y ponderadas. Es increíble pensar que a finales del año 2013 ACNUR denunciaba la movilización de más de dos millones de refugiados sirios a países extranjeros.

La vida en general y la vida digna es un derecho universal e incuestionable. Debemos luchar y dedicar todos los recursos necesarios para proteger la vida y hemos de ser consecuentes con nuestros sentimientos y postulados y esto significa que se deben adecuar los presupuestos públicos a ciertas necesidades sobrevenidas, con las modificaciones presupuestarias correspondientes.

La solidaridad no sólo tiene que ser por unos días, cada uno debe pensar qué puede hacer personalmente y las autoridades habilitar las partidas presupuestarias posibles y necesarias. No debemos hacer como Dinamarca o Holanda con una pobre o inexistente respuesta al problema; o como Turquía que utiliza y facilita el tránsito a Europa de los refugiados para presionar a Europa con el objetivo de una intervención militar en la zona. Yo no creo ni confío en una conferencia de Paz como algunos apuntan a través del Consejo de Seguridad de la ONU. Ya conocen ustedes lo poco que me fío de esta institución.

* Exdiputada del Partido Popular