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¿Democracia directa?

Para las próximas fiestas del patrón de Palma, Sebastián, el ayuntamiento de la ciudad propone que sean los ciudadanos quienes elijan, mediante voto, los grupos musicales que deberían conformar el programa. Una forma como otra cualquiera de lavarse las manos y de pasarle la pelota y la responsabilidad al ciudadano. Un problema menos. Eso sí, siempre podrán aducir que se trata de una propuesta profundamente democrática, ya que dan la voz y el voto al vecino de Palma. Vamos, democracia directa donde las haya. Con este cuento, siempre puede salirnos un remedo del ya mítico Chiquilicuatre. Recuerden aquella memorable actuación en Eurovisión. Aunque, bien mirado, el Chiquilicuatre en cuestión no fue peor, en cuanto a clasificación final se refiere, a los que vinieron después. Pura bazofia. Aquello fue una broma sarcástica del pueblo, que a veces se pone vacilón y se decanta por la opción más irreverente. Digamos, al fin, lo que muchos piensan y no se atreven a afirmar sin miramientos: la mayoría no siempre tiene razón. Otros, más arriesgados, rematarán la faena, y disculpen el tic tauromáquico, con un definitivo: la mayoría casi nunca tiene razón.

No sé aún cómo va a funcionar el sistema de votación popular, pero el peligro es que muchos nos salgamos por peteneras y nos pongamos o bien exquisitos, o bien gárrulos, y eso con toda la intención del mundo. En fin, ganas de reventar. La lista de bandas a elegir es tan amplia y variada que, con sólo pensarlo, dan ganas de ponernos raphaelitas. Que el buen hombre se tire cuatro horas cantando que él es aquél y lista la noche. Que el hable el pueblo. Bien, toda esta fraseología puede funcionar en determinadas situaciones, pero ocurre que el pueblo suele tener incontinencia verbal y a lo peor no muy buen gusto musical. Aunque sigo sin ver claro cómo puede llevarse a cabo semejante propuesta sin que todo acabe en un lío. Sin embargo, también hay que recordar que los responsables y supuestamente expertos en la materia no han dado muestras de mucha más finura, y la programación en cuestión ha ido "cuesta abajo en mi rodada", como dice el tango. El pueblo es contradictorio y bastante tocapelotas. Por un lado, se enfada si no se le consulta o se le pide la opinión, quejándose por haber sido obviado. Por otro, empieza a dar muestras de fastidio y pereza cósmica cuando a los gobernantes, esos tipos que han elegido, no se les ocurre mejor manera de practicar la democracia dando la voz al pueblo. Vamos a ver, queremos participar, dar nuestra voz y nuestro voto, pero sin pasarse. No vamos a estar todo el día metiendo papeletas en las urnas o bien pulsando botones para dar nuestra afirmación o nuestra negación. Qué pesadez. Es como cuando, del colegio de nuestros hijos, recibimos una circular en la que se conmina a todos los padres a participar de forma muy activa, casi hiperactiva, en las decisiones escolares y en demás asuntos que, piensa uno, deberían estar resueltos sin tener que pedirnos todo el rato la voz, el voto, las manos y lo que se tercie. Por un lado, nos sentimos halagados ya que nos hacen partícipes de la vida escolar de nuestros hijos, aunque por otro no podemos evitar un mohín de fastidio o, aún peor, alguna que otra maldición.

En otro orden de cosas, sucede en temas más peliagudos, como por ejemplo formar parte de un jurado popular, tema delicado donde los haya. Nunca sé si las instituciones operan con ánimo puro y democrático, o bien actúan de ese modo como una forma de delegar la responsabilidad al ciudadano. Dicho de otro modo: una forma de pasarle la pelota y el marrón. Dicho de otra forma: una manera de vengarse de ese ciudadano que anda todo el día exigiendo democracia directa y/o participativa. ¿No querías democracia participativa e hiperactiva? Pues, toma.

Hay frases memorables, pronunciadas casi siempre en un tono solemne y definitivo. Por ejemplo, esa que dice: "demos el poder a la gente." Cuidado. ¿De qué gente estamos hablando? Y, además, ¿darle el poder absoluto? Son frases burdas y peligrosas, que quieren decirlo todo y no dicen, en el fondo, nada. La gente, la humanidad son conceptos abstractos pretendiendo ser muy concretos y cercanos. Quien suele abusar de ese tipo de fraseología olvida que esa "gente" puede decantarse por lo peor y elegir la opción más peligrosa o zafia. El mundo está lleno de ejemplos. Y la Historia.

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