Ciertamente los hombres seguimos siendo lobos para los hombres. No parece que avancemos ni un ápice en nuestras relaciones. Todo vale con tal de opinar sobre algo o sobre alguien, aunque sea con un desconocimiento absoluto sobre esa persona o ese tema en concreto.

A raíz de un juicio por homicidio de cuya investigación fui responsable, el procesado, en su turno de última palabra antes de que el jurado popular emitiera su veredicto, manifestó que "era el capitán más incompetente que había pisado Balears". Indudablemente su opinión se basaba exclusivamente en la investigación de la que fue objeto, pues jamás tuve más relación con esta persona ni trasciende su conocimiento sobre mi vida profesional más allá de ello.

Olvida el interfecto y otros que se han sumado a opinar sobre mi persona y sobre la investigación, sin conocerme y sin haber leído ni una letra de aquella, en un ejercicio de necia osadía, que los investigadores no decretamos el ingreso en prisión ni llevamos a juicio a ningún acusado. Nuestra investigación fue destinataria de un juez y de un fiscal que consideraron que concurrían los suficientes indicios y pruebas para determinar la autoría de un hecho en esa persona. Además su prisión fue ratificada por otros jueces de la Audiencia, por lo que debieron considerar que la investigación en los términos intrínsecos de su contenido estaba suficiente y correctamente estructurada dentro siempre del leal saber y entender de los investigadores.

Hay que significar que somos humanos, y que cometemos errores y que cuando una investigación se ha realizado con esfuerzo, profesionalidad, cumplimiento escrupuloso de la ley y rigor, entiendo que nada es reprochable en cuanto al resultado final de la misma que no es otro que el pronunciamiento de la Justicia. En este punto quiero resaltar el encomiable trabajo que realizó el Grupo de Homicidios de la Guardia Civil, que dedicó larguísimas jornadas de servicio con sacrificio personal y familiar.

Dentro del más rotundo respeto a la Justicia, debo decir que el veredicto de un jurado popular declarando a una persona "no culpable" significa exclusivamente eso. Doctores tiene el Derecho y tratar de extrapolar ese veredicto a otras cuestiones sobre la investigación y sobre los investigadores es un ejercicio de supina ignorancia sobre la labor policial, el proceso penal y en general sobre la ley, que además desemboca en una dolorosa y frustrante decepción legítima para los responsables de la investigación.

Y me pregunto: ¿es necesario desacreditar sin el más mínimo criterio a las personas y a las instituciones? ¿Hay que zaherir y faltar a los sentimientos y a la honorabilidad de aquellas sin ningún o escaso criterio? ¿No sería legítimo demandar el recíproco respeto con el que tú te has conducido? Y por último, me referiré al leitmotiv de este artículo. Ciertamente ser calificado "el más incompetente" en algunos aspectos ha aliviado mi carga de responsabilidad en mi trayectoria profesional, en cambio en otros me ha desconcertado. Se supone que la incompetencia te da la felicidad. La incompetencia en la mayoría de las ocasiones va unida a la ignorancia, al bajo rendimiento, a la falta de responsabilidades y ello te conduce a esa idílica situación.

Algo ha fallado conmigo, pues nunca llegué a conocer ese paraíso profesional. Es hora de pedir perdón por mi incompetencia. Doy gracias a Dios por mi incompetencia que permitió que siguiera con vida tras arriesgarla numerosas veces desactivando bombas de ETA. A mi familia en primer lugar les pido perdón por mi incompetencia, a mis hijos a los que privé de mi compañía y tutela en su niñez y adolescencia por dedicarme en cuerpo y alma a mi profesión en años de días y noches de interminables jornadas de servicio. A pesar de ello han crecido como excelentes personas. A mi esposa, que de igual modo soportó estoicamente como una heroína a mi lado las mismas condiciones de trabajo. El amor que les profeso no paliará su sacrificio ni yo me lo perdonaré suficientemente. Del mismo modo mi incompetencia me ha hecho pensar que mis mandos se equivocaron conmigo al premiarme con dos cruces de plata y siete medallas, todas ellas al mérito. El Cuerpo Nacional de Policía y Policía Local erraron igualmente al recompensarme y otros organismos judiciales y autoridades civiles no debieron nunca reconocer mi labor incompetente, dedicada a que nuestra sociedad fuera un poco más segura en todos los ámbitos. Otros muchos, ni se percataron o ignoraron mi incompetencia o la olvidaron simplemente, hecho este que me llena de gran sosiego y equilibra mi alterada conciencia. Tengo tres perros peligrosos: la ingratitud, la soberbia y la envidia. Cuando muerden dejan una herida muy profunda. Einstein dijo en una ocasión: "Hay dos cosas infinitas, el universo y la tontería humana, y del universo no estoy seguro". Pues eso.

* Comandante de la Guardia Civil en la reserva