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Jose Jaume

Lo que se juegan PP y PSOE en Cataluña

Descontado el contundente triunfo de las listas independentistas (Junts pel Sí y las CUP), a la espera de saber hasta dónde llega su mayoría absoluta, hay otra cuestión a dilucidar el 27 de septiembre, ni de lejos de menor importancia, porque será un destello de lo que acaecerá un par de meses después, en las elecciones generales de diciembre. Lo que también se ventila en Cataluña es cómo quedan los dos grandes partidos nacionales, PP y PSOE, cuál es el diámetro del boquete que les abren los emergentes: Podemos y Ciudadanos. El asunto es de tanta o más importancia que el triunfo soberanista. Lo es porque si Ciudadanos y Cataluña Sí que es Pot (básicamente la marca de Podemos, no nos engañemos) dejan malheridos a populares y socialistas, que es lo que anticipan los sondeos, la trifulca en las generales será de consideración. Una clara segunda y tercera posición de Ciudadanos y Cataluña Sí que es Pot o al revés originará de inmediato una acusada onda sísmica detectable en todos los territorios de las Españas.

Si después de la penosa ofensiva, nacional e internacional, desatada por el Gobierno de Mariano Rajoy y el PP para neutralizar a Artur Mas resulta que el partido de las encastilladas derechas españolas aparece el último de la fila, con apenas una docena de diputados, nítidamente distanciado de Ciudadanos, que aspira a saltar por encima de la veintena, un escalofrío recorrerá el espinazo de la Moncloa y la sede del PP. Entonces, por la fuerza de las cosas, caerán en la cuenta de que están a un tris de protagonizar una de las derrotas electorales más espectaculares de la moderna historia española. Lo será si quedando en primera posición pierden medio centenar de diputados (mi personal pronóstico es que si alcanzan los 130 han de agradecérselo a la divina providencia) diluyéndose las posibilidades de volver a formar gobierno, ni tan siquiera con la ayuda de un exultante Albert Rivera, que buscará por todos los medios, al irle en ello la supervivencia, un acuerdo de colaboración con el PSOE. Este ahora, para no pocos, irreal desenlace es el que está tejiendo el electorado catalán, el que el 27 de septiembre podrá ser oteado en el horizonte. La campaña que protagoniza García Albiol, manifiestamente impostada, cada vez más dramática, constata el inmenso temor que se ha adueñado del PP.

Al tiempo, los socialistas miran a derecha e izquierda, incómodos, sabedores de que su antaño amplio caladero electoral se ha reducido drásticamente. El inteligente y capaz Miquel Iceta, seguramente el mejor de todos los cabezas de lista, sabe sin atisbo de duda que sus cartas son malas de solemnidad, y así y todo despliega una notable campaña encaminada a minimizar daños, a quedar lo más cerca posible de Podemos. La esperanza de sobrepasarlos no la han abandonado por completo. Pedro Sánchez y demás connotados dirigentes socialistas no desconocen que según en qué situación quede el PSC el domingo de la próxima semana, las posibilidades de alcanzar un resultado en las generales que hagan pivotar cualquier fórmula de gobierno en torno al partido socialista se incrementarán o diluirán sensiblemente. El PSOE trata de soslayar el peor desenlace: quedar arrumbado junto al PP en el furgón de cola. Pasar a ser una fuerza política sino irrelevante sí definitivamente débil en el próximo Parlamento de Cataluña, sobrepasado en número de escaños por Ciudadanos y Cataluña Sí que es Pot. Sus cuitas son similares a las que atenazan al PP. Negar enfáticamente, incluso abruptamente, cualquier posibilidad de pacto con Rajoy es un mero acto de supervivencia por parte del secretario general de los socialistas. Hay que conceder que la derecha se lo pone bastante fácil: rechazar la ley de reforma del Tribunal Constitucional, sin pararse a pensar en los consensos presentes y futuros, que han saltado por los aires, hecha aprobar por el PP, tras ser presentada por García Albiol, que no es diputado, de la mano de Rafael Hernando, un portavoz que posee la no muy común condición de irritar a todo el mundo al mismo tiempo, permite a los socialistas esbozar un discurso en Cataluña que les aleja de las posiciones de los populares, aunque en lo sustancial coincidan en cegar la vía de acceso que, no se sabe si iluminadamente o con una estrategia viable, está ensayando el presidente Mas.

Los expuestos son argumentos sobrados para olvidarse de la pretensión, ridículamente sostenida hasta ayer mismo, de que las catalanas son unas meras elecciones autonómicas. Ni de lejos. No lo son porque el PP, y ya es el colmo, las ha internacionlizado hasta llevarlas al despacho oval de la Casa blanca después de manosearlas con Angela Merkel y David Cameron. No lo son, puesto que los soberanistas hacen de ellas el arco de bóveda para apuntalar su decisión de obtener la secesión y tampoco lo son, por mucho que le pese al presidente del Gobierno, porque se han trasmutado en una de las escaramuzas fundamentales previas a la gran batalla de las elecciones generales. Tanto o más importantes en sus consecuencias que las que tuvieron las elecciones andaluzas, las que constataron el inicio del pronunciado declive del PP, todavía definido por algunos entusiastas, empecinados en el error, como "partido alfa"de las clases medias españolas.

Este domingo tendremos un abirragado abanico de encuestas, no pocas elaboradas a beneficio de inventario, pero quienes trabajan en su cocción dejan entrever que muchas suertes están echadas, que Artur Mas, por la torpe respuesta dada desde el Madrid gubernamental, que tozudamente entiende que la dureza en el Principado concede votos en la España irredenta de no se sabe qué, ha ganado su apuesta, restando por conocerse hasta dónde; que los partidos emergentes van a salir disparados hacia las generales después de colocarles un rejón en todo lo alto a populares y socialistas y que el 28 de septiembre la España oficial se las verá con un embrollo, que tiene que resolverse en Berlín, París, Londres y en la capital del imperio. Al final, alguien marcará un número de teléfono para espetarle a un desangelado Rajoy que ha de hablar con quien sea necesario.

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