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Antonio Papell

Corbyn, la izquierda radical

Cuando Syriza se ha plegado a los dictados de la ortodoxia neoliberal europea, provocando incluso la escisión interna de la minoría radical, y cuando Podemos ha rechazado explícitamente la etiqueta izquierdista y busca una ubicación transversal y centrista, lo que parecía dejar el camino expedito a la socialdemocracia templada en la Unión Europea, la izquierda británica ha dado la campanada y, tras su grave derrota en las elecciones generales de mayo, ha puesto al frente del Labour a Jeremy Corbyn, el representante más genuino de la extrema izquierda del partido, reconocidamente marxista y uno de cuyos datos más relevantes del curriculum es haberse saltado más de 500 veces la disciplina de su partido desde que accedió a su escaño de diputado por Islington, un barrio del norte de Londres, en 1983. Fue también uno de los líderes del movimiento contra la guerra de Irak que patrocinó Blair con tanto ardor.

Corbyn ha ganado claramente, con el 59,5% de los casi 423.000 votantes, unos cien mil de los cuales eran simpatizantes que han tenido que pagar tres libras por votar. Pero, considerado la oveja negra de su grupo parlamentario y claramente aislado, tuvo dificultades para conseguir los avales que le permitieron finalmente concurrir a esas primarias. Cuenta por tanto con el apoyo de las bases pero no con el del aparato, e incluso podría tener dificultades para formar el gabinete "en la sombra" con diputados propios. No es, pues, seguro que consiga sobrevivir tanto a los ataques de los tories su radicalismo le hace presa fácil de una estrategia que ya estaría preparada, según la prensa, cuanto a las maniobras de sus propios conmilitones, que ya le han lanzado avisos amenazantes.

Su ideario es indudablemente atractivo aunque con demasiados rasgos utópicos. Es euroescéptico (aunque votará sí a la permanencia en la UE) porque considera que la Unión discrimina negativamente a los trabajadores frente a las empresas. En materia de política exterior, propone deshacerse del arsenal nuclear, salir de la OTAN, desarrollar una política equidistante entre EE UU y Rusia, mantener una postura introspectiva sin participar en los conflictos exteriores y poner fin a la venta de armas a Arabia Saudí. En materia de socioeconomía, quiere renacionalizar los ferrocarriles, el gas y la electricidad, subir los impuestos a los ricos y a las multinacionales?

Este programa plantea problemas no sólo a sus antagonistas naturales sino también a sus conmilitones. La politóloga Patricia Logan (citada por Rafael Ramos, corresponsal de La Vanguardia) explica que subestimar a Corbyn sería un error tanto por parte del gobierno como de sus adversarios en el Labour. "Primero, porque representa a mucha gente y a una generación ávida de protagonismo. Segundo, porque tiene carisma. Pero sobre todo porque puede cambiar con su mera presencia los términos del debate político, de lo que es moderado y lo que es radical. El establishment económico y mediático ha conseguido que las subidas de los impuestos a los ricos para financiar la sanidad pública o las nacionalizaciones para abaratar el coste del transporte y la energía y dar un mejor servicio, se consideren acciones extremas, cuando no tiene por qué ser así".

Habría que añadir que la suerte de Corbyn no sólo afecta a conservadores y laboristas en el Reino Unido sino a toda la izquierda europea, ya que, cuando parecía haber calado la idea de que la socialdemocracia debe formar en la UE un bloque homogéneo, capaz de asumir una posición común en el cada vez más influyente Parlamento europeo, el cambio del laborismo introduce nuevas incógnitas y divisiones más arduas en la desorientada izquierda socialdemócrata.

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