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Juan José Millas

Línea editorial

No recuerdo ahora en qué cementerio (he visitado miles) leí este epitafio: "Retiro lo dicho". Lo apunté en algún cuaderno y me ha venido a la memoria estos días en los que leemos más opiniones que noticias. En general, nos pasamos la vida opinando, a veces de modo compulsivo, como los fumadores que encienden un cigarrillo con la colilla del anterior. Los bares son auténticos templos de la opinión, tanto que algunos de ellos tienen su propia línea editorial. Puede que admitan a parroquianos que no comulguen con esa línea, pero siempre de un modo condescendiente y a condición de que no eleven demasiado la voz. Tú entras en un bar al caer la tarde y aquello es un fragor de ideas acerca de esto o de lo otro que se cruzan y entrecruzan como el plomo en una balacera.

Parecería que la opinión es un estímulo. A veces, es como un balón en el patio del colegio. Surge un asunto y todo el mundo (yo el primero) se abalanza sobre él sin orden ni concierto. El asunto es el balón, que empieza a recibir patadas que lo llevan de una a otra portería, por lo general sin entrar en ninguna. En el intercambio de opiniones rara vez se produce la elegancia que vemos en los buenos partidos de fútbol, donde el defensa le pasa delicadamente la opinión al central, que la conduce suavemente a su vez a la delantera. Los programas de televisión en los que se debaten opiniones, y a los que suele acudir gente cultivada, se convierten con frecuencia en un desastre retórico, en un bar sin copas, en una acumulación insoportable de lugares comunes.

En ocasiones, cuando la realidad se pone excesiva y uno lleva en el cuerpo un par de ansiolíticos productores de distancia, se da cuenta de la inutilidad de las palabras puestas al servicio de la opinión urgente. Dile a alguien, en el lecho de muerte, que opine sobre el asunto del día, trátese del movimiento secesionista catalán o de la ausencia de una política fiscal común en la Europa comunitaria. En esos momentos uno está en otra cosa, no sabemos en cuál, pero otra. En esos momentos sería perfectamente verosímil que el moribundo anunciara: "Retiro lo dicho". Retiro todas mis opiniones, todos mis juicios, todas las estimaciones personales que he realizado a lo largo de la vida. Ahí os quedáis.

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