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Siria: responsabilidades y respuestas

Hay imágenes que cambian de un modo u otro la conciencia colectiva. La fotografía de un niño sirio yaciendo ahogado en una playa ha puesto rostro a la tragedia de un país entero. Murió al tratar de llegar a Europa y el viejo continente pareció darse cuenta del drama humano de todo un pueblo al ver su imagen. Tal vez como aquélla que en 1973 retrataba la huida de una niña vietnamita del gas Napalm lanzado por los Estados Unidos en la guerra. Su publicación hizo que Norteamérica dejara de utilizarlo. En esta ocasión, Alan Kurdi, el pequeño que en la travesía se soltó de la mano de su padre, ha conseguido por lo menos que la que pretendía que fuera su tierra de acogida se plantee la asistencia humanitaria a sus compatriotas.

Más allá de debates sobre hasta dónde es posible abrir las fronteras y de las diferencias entre inmigración y asilo, lo cierto es que es Europa quien asume la responsabilidad de ofrecer asistencia a quienes escapan del horror. Países ricos con una mayor afinidad cultural y religiosa con Siria no han movido un dedo para acoger a los damnificados. Ni Arabia Saudí, ni Qatar, ni Kuwait, ni Bahrein, ni los Emiratos Árabes. Pero como sus dirigentes no son hombres blancos occidentales y laicos o católicos no es políticamente correcto exigirles una rendición de cuentas. Aún a riesgo de simplificar, podemos decir que lo que en un principio calificamos como Primavera Árabe en Siria se ha transformado en un conflicto que ha masacrado a la población civil y que ha permitido al autodenominado Estado Islámico hacerse fuerte en su territorio. Todo ello ante la mirada impasible de la ONU aunque con su inactividad en los conflictos contemporáneos ya había perdido cualquier credibilidad.

Siempre he defendido que la empatía y la solidaridad son limitadas. Y personales. No sé hasta qué punto fruto de una elección consciente o más bien de una visceralidad irracional. Pienso que no podemos conmovernos con todas las desgracias que a diario sufre la humanidad entera porque seríamos incapaces de seguir adelante en nuestro día a día. Es por ello que la mayoría focalizamos nuestra atención en una pequeña parte del sufrimiento humano o animal y tratamos de paliarlo. Por eso uno elige si se hace animalista, colabora con entidades de su barrio o se apunta voluntario en una ONG internacional. No sólo no es censurable, sino que resulta incluso práctico. Lo que debería hacernos reflexionar es el hecho de que millones de conciencias se vean sacudidas por la terrible historia de Kurdi y sin embargo no se conmuevan ante ninguno de los miles de niños cristianos asesinados por el mero hecho de serlo. Como si la humanidad no hubiera aprendido nada desde hace dos mil años.

Pero, ¡ay! Que hay quienes han aprovechado la corriente de indignación popular y la exigencia de atender el drama humano al publicarse la foto de Kurdi para hacer un sesudo análisis del origen del conflicto en Siria en 140 caracteres. Un exsenador de esta comunidad autónoma ha concluido tajantemente que "ninguno recuerda que la crisis de los refugiados comienza con la desestabilización de Irak, Siria y Libia". Adivinen por parte de quién: "de los servicios secretos de Estados Unidos y Gran Bretaña". Se le olvidó el amigo Ansar; un descuido imperdonable. En las carátulas de las películas de James Bond deberían especificar que se trata de argumentos de ficción. Por si acaso.

Es cierto que Estados Unidos ha cometido muchos errores en política internacional, pero no lo es menos que fue quien salvó a Europa del infierno que había creado para ella misma. En el análisis de los motivos del conflicto sirio, nuestro ex senador representa a quienes masacran a su propia población civil como una réplica del mal supuestamente causado por Occidente en Oriente Medio. Pasando por alto que se trata de sociedades fracasadas en su evolución hacia la democracia, el crecimiento y la laicidad. La ceguera voluntaria aplicada a los actores de la guerra permite impunemente buscar la causa del fracaso lejos de su propia incompetencia, corrupción y fanatismo. De esta forma, se imputa el origen del fiasco a Occidente en general y a los Estados Unidos en particular. Esto ya fue denunciado por muchos pensadores después de los atentados del 11 de septiembre. Sin embargo, parece que algunos siguen empeñados en no cuestionarse una argumentación basada en una sola idea fija: que los Estados Unidos y Europa tienen la culpa de todos los males que aquejan a la humanidad. Ya dijo Revel que la falsedad nunca ha impedido prosperar a una opinión, cuando va apoyada por la ideología y protegida por la ignorancia. También alertó de que el error, cuando satisface una necesidad, rehúye los hechos. Y los hechos son que quien consiguió matar al número dos del mismo Estado Islámico que aterroriza a los civiles sirios fue precisamente Estados Unidos. Y que no es sino Occidente, incluida Gran Bretaña, el único que ofrece respuesta humanitaria a las víctimas.

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