Diario de Mallorca

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Norberto Alcover

Camino de perdición

Ni es grato, ni es políticamente oportuno, y tampoco es un modelo de hipocresía insular, escribir lo que sigue. Pero cuando uno contempla cómo algo que quiere con toda su alma camina hacia su perdición o por lo menos hacia su desguace irredentista, cuando esto sucede, una elemental urgencia ética y no menos la obligación periodística más seria y responsable le obliga a exponerse para que nadie tenga la menor duda de su posicionamiento. Más tarde, cuando las aguas bajen turbias de verdad y a hechos consumados, será muy fácil apuntarse a la defensa o a la crítica de los hechos e intenciones que vivimos todos los españoles (catalanes) estos días. Está claro que no me olvido de nuestra Mallorca, y por extensión del conjunto de las Balears, pero la madre del cordero no come en nuestros lares porque nos devora en el conjunto de nuestra nación y aledaños. El lector/a inteligentes sabrán relacionar la parte con el todo. Sin duda.

La carta de Felipe González a los catalanes ha abierto todos los fuegos contenidos, de la misma forma que los comentarios de nuestro presidente del Consell han dejado perplejos a quienes pensamos con un mínimo de sensatez todavía. Se trata de dos formas de concebir el presente y el futuro de España en el conjunto europeo y mundial : mientras para uno la cohesión territorial española es fundamental para todos, en el caso de otros tal cohesión debe saltar por los aires por la sencilla razón de que es una greguería inútil y casi totalitaria. Cada grupo territorial, dicen, tiene derecho a elegir su futuro al margen del conjunto al que legalmente pertenece y saltándose los principios constitucionales a la torera. Y la actual legalidad, añaden, se hereda del franquismo y exactamente igual la constitución de 1978.

Hay que comenzar de nuevo como si el pasado democrático no existiera. Hay que automarginarse de esta entidad permanentemente colonialista que se llama España. Y hay que hacerlo con radical determinación, sin dejar veta alguna de discrepancia al adversario? que por definición es anticatalanista y, en nuestro caso, antimallorquinista, o tal vez las dos cosas a la vez. Hay que dejar clarísimo que no hay vuelta atrás, suceda lo que suceda. Y si los objetivos no se consiguen legalmente en las elecciones correspondientes, entonces ya veremos lo que hacemos porque la verdad es que nadie sabe a priori qué convendrá hacer.

Quien esto escribe naturalmente que se siente español, de la misma forma que se siente mallorquín. Pero es que para más inri, ha vivido sus siete primeros años de formación en Cataluña, y se precia de conocer a los catalanes y por supuesto sus pretensiones nacionalistas. Pero también ha conocido un montón de personas catalanas que nunca se han planteado desvincularse del resto de España, y sin embargo han trabajado y trabajan para que sus derechos históricos fueran más y mejor reconocidos, tras largos años de presión histórica. Hasta tal punto que, en este momento, guarda relación con unos y con otros y percibe que el abismo se agranda hasta asustarle. La prepotencia de antaño se ha vuelto del revés, y si durante décadas muchos catalanes pactaron con el franquismo, manteniendo casi mudos a los nacionalistas, ahora los nacionalistas pretenden que los adversarios enmudezcan por la sencilla razón de que no son "auténticos catalanes". Dígase, con menor intensidad todavía, casi lo mismo del conjunto de mallorquines enfrentados por razones semejantes. Desde mi punto de vista, una auténtica desgracia para todos, que de extenderse, haría ingobernable esa realidad que llamamos España.

Uno es radical en una serie de cuestiones cívicas, políticas, intelectuales y religiosas, pero son pocas y puede que con los años disminuya todavía más su número. Pensar y viajar ayudan a relativizar? y también a comprender que con una serie de cuestiones es peligrosísimo jugar, porque su negación es destructiva. Por esta razón, me pregunto si quienes mantienen estas coordenadas nacionalistas-independentistas son del todo conscientes de sus consecuencias. Y en ocasiones me respondo que no. Otra cosa es que las pasiones, las que sean, obnubilan y conducen a una tergiversación del pensamiento y de la misma acción.

Claro está que tales personas pueden pensar que yo mismo estoy enfermo de semejante enfermedad y que mi patología se denomina "españolismo". Quiero decir que el conjunto de españoles, e incluyo a los catalanes y mallorquines, padecemos de lo mismo : despreciar al otro e intentar aniquilarlo sin piedad alguna. No creo que lo hiciera González en su ya célebre carta, pero me pregunto si tampoco lo hace nuestro presidente del Consell al hablar como habló de los extremeños? Los cargos institucionales, en cualquier dimensión de la sociedad, deben de tener muchísima prudencia para evitar exacerbar las pasiones que ya circulan por la sociedad con pretensiones disgregadoras. Al final, los que acaban disgregados son ellos mismos pero sin aceptar jamás su responsabilidad previa.

Todos deberíamos hacer un sincero y objetivo examen de conciencia para desistir de las equivocaciones cometidas no de antaño sino en la actualidad. Siendo muy consciente, que lo soy, de que el señor Rajoy no conduce esta problemática con la debida inteligencia y no mayor afecto por Cataluña. Pero la carta de González sigue en pie, salvo un detalle, las opiniones de nuestro presidente del Consell me temo que también. En una palabra, mucho me temo que hayamos emprendido un "camino de perdición". Cada cual verá. Por mi parte, he corrido el riesgo de escribirlo.

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