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Joaquín Rábago

Una oportunidad para Alemania

Dicen que "crisis" en griego significa una elección o una toma de decisión. Se dice también que de las crisis nacen las oportunidades. ¿Sabrá Alemania aprovechar la que ahora se le presenta con los cientos de miles de refugiados que llaman a su puerta? Parece que finalmente algo empieza a moverse allí a pesar de las resistencias del ministro del Interior, Lothar de Mazière, que trata de asustar a sus compatriotas, como si hiciera falta mucho para ello, con cifras con las de 800.000 solicitantes de asilo sólo este año?

Pero ¿qué son, en el peor de los casos, 800.000 personas para un país de 80 millones de habitantes y con una población cada vez más vieja? El problema es que allí como en otras partes, también entre nosotros, se juega sobre todo con las emociones. Y, como se ha demostrado una y otra vez a lo largo de la historia, la xenofobia y el racismo se alimentan sobre todo de la ignorancia. El peor racista es el que no ha estado nunca en contacto directo con aquellos a los que dice odiar.

Aunque no deja de ser por otro lado sintomático que, tal vez como reacción tardía frente a un internacionalismo artificialmente impuesto como el de la antigua Alemania comunista, sea precisamente en esa parte del país donde más han crecido últimamente los grupos y movimientos xenófobos y se han dado los mayores casos de violencia contra los refugiados. Sea como fuere, justo es decir que frente a esos energúmenos cuyas salvajadas en forma de ataques a asilos de inmigrantes ocupan las primeras páginas de la prensa internacional, hay muchos otros alemanes que, individual o colectivamente, se desviven por ayudar a esas gentes que llegan al país tras soportar todo tipo de calamidades por el largo camino y, como quien dice, sólo con lo puesto.

Los medios de comunicación más responsables se hacen también eco de la labor que desarrollan esos voluntarios y tratan de hacer convencer a través de su ejemplo a los ciudadanos de que la llegada de tanta gente joven y con ganas de trabajar, lejos de ser una carga, puede ser una oportunidad para el país que hay que saber aprovechar. Alemania ha cometido en el pasado "todos los errores posibles" en materia de integración de extranjeros, y ahora hay que evitar que se repitan, escribe el liberal Stern.

Desde el punto de vista de los sistemas de seguridad social, los solicitantes de asilo van a poder contribuir a pagar las pensiones de los alemanes nacidos en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, pues un tercio de los inmigrantes son niños o adolescentes y otra cuarta parte tienen menos de 25 años. Además, los refugiados llegan en el momento oportuno ya que la economía alemana sufre una carestía de mano de obra, que va además a peor en los próximos años: sin inmigración con que ponerle remedio, el mercado laboral tendrá de aquí a 2030 nueve millones de menos de trabajadores que en la actualidad.

Y, como señalan muchos, entre los refugiados, en especial los que llegan de Irak o Siria los hay que tienen estudios secundarios y aun universitarios o una alta cualificación profesional. La llegada de toda esa gente puede servir además para crear puestos de trabajo entre los propios alemanes, pues esos adolescentes y jóvenes necesitarán aprender la lengua y formarse. Habrá así necesidad de más personal en las guarderías públicas y de maestros en las escuelas.

Será además el momento de modernizar muchas infraestructuras, que han quedado claramente obsoletas y que hacen que muchos alemanes sientan envidia al ver, por ejemplo, la modernización experimentada por los ferrocarriles o los aeropuertos españoles. Una vez integrados, esos jóvenes comenzarán a gastar en ropa, en calzado y en otros productos de la vida diaria, con lo que aumentarán la demanda y se dinamizará la economía.

En cualquier caso, las circunstancias son hoy más favorables de lo que eran en los años noventa, cuando se produjo la reunificación de Alemania, pues entonces al miedo irracional al extranjero se sumaba el temor de muchos germano-orientales a perder el puesto de trabajo, algo que hoy prácticamente no se da. Con todo, incluso los más favorables a la inmigración coinciden en que no basta con actuar en los países de acogida, sino que es también urgente ayudar a pacificar los países en guerra como Siria y otros de Oriente Medio y a los que en el continente africano sufren el efecto combinado de la violencia y la miseria.

Es una vergüenza, dicen, que los países europeos incumplan incluso su compromiso de dedicar un 0,7% a la ayuda al desarrollo. Y entre los que vergonzosamente lo incumplen está también, todo hay que decirlo, España.

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