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Joaquín Rábago

Éxodo masivo

Resulta tremendamente elocuente la propuesta que hizo en su día a la canciller Angela Merkel el primer ministro albanés, Edi Rama. Rama le comentó a la dirigente cristianodemócrata lo bueno que sería el que Alemania colaborase con las escuelas profesionales albanesas para formar en ellas a jóvenes capaces de desarrollar luego en el otro país aquellos oficios que no quisieran desempeñar los nativos.

Eso lo cambiaría todo en sólo tres años, le dijo el socialista Rama, que fue antes que jefe de Gobierno exitoso alcalde de Tirana. Albania, como otros países de los Balcanes, podría convertirse así en una especie de taller de formación de emigrantes, del que saldrían jóvenes aprendices seguramente dispuestos a trabajar en Alemania por menos dinero.

Y es que la expansión de la UE hacia el Este debía favorecer doblemente a la patria de Angela Merkel: como potencial mercado, dada su relativa proximidad, pero también como proveedora de mano de obra por lo general bien cualificada y barata. El problema, sin embargo „y no es nimio„, son los elevados índices de pobreza de los países de la región, empezando por Albania y Kosovo, que están provocando un éxodo con el que tal vez no se contaba en Berlín.

Albania está considerada como el país más pobre de Europa, lo cual empuja a emigrar a un número creciente de sus ciudadanos. Desde que se eliminó la necesidad de visado para ese aspirante al ingreso en la UE, los albaneses pueden quedarse hasta tres meses en el llamado espacio Schengen y muchos piden asilo en Alemania aunque con pocas posibilidades de conseguirlo. Muchos de los que salen son profesionales, universitarios o científicos, hartos de tener que malvivir en un país cuyo Producto Interior Bruto es un octavo de la media europea y donde el salario medio no supera los dos euros.

Según un estudio de la fundación socialdemócrata alemana Friedrich Ebert, casi dos tercios de los jóvenes albaneses y más de la mitad de los kosovares y macedonios de entre catorce a veinte años quieren emigrar por no confiar en que vaya a arreglarse la situación en sus países. A los emigrantes exclusivamente económicos de los Balcanes „de Albania y las repúblicas sucesoras de la antigua Yugoslavia„ se suman decenas de miles que huyen de la guerra o la persecución política o religiosa „sirios, afganos, iraquíes, iraníes, subsaharianos y otros„ y tratan de alcanzar por distintas vías la Europa segura y rica.

Esas oleadas de refugiados de todo tipo y la más diversa procedencias han alcanzado proporciones que Alemania no parece dispuesta a digerir por temor sobre todo a que aumenten el rechazo y las tensiones entre su población. Así, para este año, su ministro del Interior, Thomas de Maizière, cuenta con la llegada de hasta 800.000 refugiados, cuatro veces más que el año pasado y el doble de los que su departamento había pronosticado antes del verano.

Sólo en julio, llegaron a territorio alemán cerca de 83.000 cuando sólo hay disponibles actualmente alrededor de 45.000 plazas en los centros de acogida, donde los refugiados pueden permanecer un máximo de tres meses. Hay en cualquier caso demasiada burocracia en juego, y algunos políticos reclaman que los municipios recurran para atenderlos a instrumentos que están previstos en principio sólo para catástrofes naturales.

Todo ello explica finalmente el llamamiento conjunto de Francia y Alemania a Grecia e Italia para que abran centros de acogida de refugiados donde se pueda seleccionar a quienes tienen opciones de recibir asilo en la UE y devolver de inmediato a sus países de origen a quienes no cumplan esos requisitos. Objetivo: quitárselos de encima cuanto antes.

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