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Matías Vallés

Al Azar

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Cort cierra el chiringuito

Se necesita odiar mucho a Palma, para avalar desde un organismo público el chiringuito de San Carlos en un Bien de Interés Cultural junto al mar. Aena, Costas y Puertos son los entes más siniestros de Mallorca. El tercero de los citados se ha superado a sí mismo, al desfigurar salvajemente la primera línea del litoral palmesano. La Atrocidad Portuaria no ha actuado en defensa del concurso que jamás debió convocar, sino como portavoz de la empresa concesionaria según he comprobado personalmente. Para Cort, la institución -nos ahorramos la rima fácil pero exacta- que vela por los puertos ha permitido que se infringiera la panorámica legal al completo.

Con el rigor que me caracteriza, he dejado escrito que Cort no se atrevería a clausurar el chiringuito de San Carlos, de poderosos padrinos. Me guiaba por la experiencia o jurisprudencia, ni Isern ni Calvo hubieran actuado. El PSOE es el culpable de que el Paseo Marítimo sea un Parking Marítimo, detalle que se le escapa a Jaume Garau en su por otra parte valioso artículo de ayer. Finalmente, el Ayuntamiento ha salvaguardado el patrimonio ciudadano. El alcalde Noguera cumple, pertrechado de coraje y de documentación.

Dejemos en paz a la inerradicable picaresca privada. Con su encomiable clausura, Cort ha demostrado que los ciudadanos tienen que protegerse de funcionarios con jugosos salarios públicos que amenazan la ciudad. La Atrocidad Portuaria se ha superado a sí misma, y lo tenía francamente difícil. En su calculada ceguera, ha entregado una parcela privilegiada a una empresa de cosméticos cuya administradora única es una valerosa inmigrante, que ejerce la noble profesión de peluquera como autónoma. Ojalá el cierre del chiringuito de San Carlos signifique un cambio de actitud de la autoridad, aunque pueden descartar el escarmiento. Y ojalá los trabajadores y ciudadanos afectados pudieran actuar contra los jerarcas portuarios, que han retorcido la burocracia al servicio del enésimo atentado urbanístico contra una ciudad maltratada por quienes cobran para defenderla.

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