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Antonio Papell

La innecesaria gran coalición

La encuesta del CIS de este mes de julio confirma que el electorado no desea en absoluto una nueva mayoría absoluta; en todo caso, el partido más votado sigue siendo el PP pero con 16 puntos menos que en 2011. Y a la pregunta del sondeo que inquiere sobre distintas alternativas para formar gobierno, la más deseada sería la coalición PSOE-Podemos (21,1%), seguida de PSOE-Ciudadanos (10,9%) y de PP-Ciudadanos (10,3%). La opción PP-PSOE tan sólo es preferida por el 5% de los electores.

Como acaba de recordar un periódico nacional, la hipótesis de la "gran coalición" se lanzó al hilo de las últimas elecciones europeas, cuando se constató por primera vez el declive del bipartidismo y el surgimiento de formaciones emergentes. Fue el entonces candidato popular Miguel Arias Cañete quien la sugirió como idónea en "situaciones excepcionales" pero la candidata del PSOE a Bruselas, Elena Valenciano, descartó rotundamente tal posibilidad. Felipe González medió en el debate y declaró conciliador: "Yo no descarto nada que necesite el país".

El descenso de las formaciones principales del bipartidismo imperante desde los años ochenta no ha sido casual ni azaroso: se ha debido a los errores que ambas formaciones han cometido: escaso acierto a la hora de combatir la crisis económica y gran condescendencia con la corrupción. La campaña contra los grandes partidos, surgida tanto desde las organizaciones sociales el 15M como desde las formaciones emergentes hacía hincapié en que PP y PSOE eran en realidad "la misma cosa", instituciones endogámicas y cerradas que en realidad pretendían proteger unas determinadas elites, sin demasiado interés por la suerte de la sociedad y por el impulso al interés general.

La irrupción de las nuevas formaciones se ha hecho notar discretamente en las elecciones andaluzas, así como en las autonómicas y locales, pero en general PP y PSOE han resistido bien el envite y se han mantenido a considerable distancia de aquéllas. El último sondeo del CIS ha constatado que el declive del bipartidismo podría haberse detenido, toda vez que entre ambas organizaciones alcanzan ya el 53,1% de los electores, en tanto los partidos "nuevos" se mantienen estancados o a la baja. En cualquier caso, todo indica que tras las elecciones generales de finales de año será necesaria una coalición entre un partido clásico y un emergente para formar gobierno. Ante esta coyuntura, y en previsión a una alianza entre PSOE y Podemos, el PP está intentando convencer al PSOE de que, antes que dejar entrar en el gobierno de la nación a un partido "radical", sería más deseable la "gran coalición".

Evidentemente, la propuesta es opinable, pero muchos demócratas pensamos que el régimen se desnaturaliza cuando la mayoría y la principal minoría pactan el gobierno. Tal opción sólo se justifica en casos extraordinarios, de verdadera emergencia nacional; en todos los demás, es muy deseable que los ciudadanos/electores tengan conciencia de que los problemas políticos tienen siempre más de una solución posible, y de que existe una opción alterntiva de recambio en cualquier circunstancia. En Alemania, donde la CDU/CSU ha pactado sin verdadera necesidad con el SPD, se advierte la falta de debate interno, la ausencia de alternativas, que deja sin amparo a los críticos internos frente a decisiones polémicas como el rescate griego, pongamos por caso.

En nuestro país, podría plantearse la "gran coalición" si la cuestión catalana se desencaminara gravemente en términos que no conviene ni imaginar siquiera como hipótesis, pero en general no tendría sentido que PP y PSOE, que representan los polos liberal y socialdemócrata, se aliaran en lugar de controlarse mutuamente, como es su obligación.

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