Ustedes me disculparán el atrevimiento "tilingüe", que no trilingüe, de escribir el título del artículo en inglés, pero bueno estamos en agosto y, al fin y al cabo, la lengua de Shakespeare, es la cuarta lengua más hablada en nuestra isla, tras las dos cooficiales y el idioma de la señora Merkel, con la salvedad territorial de Punta Ballena, donde es la primera en ser chapurreada, pero estoy seguro de que con una somera traducción a nuestro modo hablado de entendernos todos ustedes identificaran el dialogo de Rick e Ilse, rodeados de neblina y sobre la mojada superficie por la lluvia del artesonado suelo del aeropuerto de la Casablanca de Michel Curtiz; exacto el aquel "siempre tendremos París", que ni la censura franquista consiguió exterminar.

También habrán comprendido, dada su perspicacia y pese al bochorno veraniego que embota las ideas, que no es la intención de este escribidor referirse a una de las más señeras obras del cinematógrafo o comentar sus excelencias sino hacer mención a una de las habituales y habilidosas formas de las que en esta tierra se conoce como "salida digna del cargo", eso sí, siempre que ese cargo se cargue al erario público.

Exacto, me refiero a la Ínsula que Alonso Quijano, conocido en estos andurriales como don Mariano, el de la triste figura, le ha otorgado a su fiel escudero señor Wert; es curioso que el alumno de la clase con la peor nota (en la última encuesta creo que su valoración como ministro del ramo de la enseñanza era de un 1,46) se lleve el premio gordo entre sus condiscípulos, con lo cual es obvio que nuestros estudiantes yerran grandemente al estudiar de forma denodada para obtener una buena nota cuando la línea de actuación que debieran seguir, pues así la señala el exministro de Enseñanza que algo debe saber sobre ello, es la de ser los peores considerados alumnos por sus maestros ya solo así aquellos les concederán el mejor de los premios.

Don Mariano manda al señor Wert a un retiro dorado y por demás retribuido a París, junto a su santa, que por lo visto ya tiene un empleo en el mismo lugar de trabajo, seguramente en un nuevo giro de la política de emigración del Gobierno Rajoy, que si no está de parte de la agrupación familiar de inmigrantes si lo está de la de los que emigran desde aquí, o quizá también por aquello, como ya ha apuntado algún zagas comentarista televisivo, de acompasar el duro trabajo diario con la vida familiar; claro que ese acompasamiento, cuando se habita de forma gratuita un piso de 500 metros cuadrados, en la Avenue Foche de París, a tiro de piedra de L'Etoile, con servicio doméstico, chofer y con un salario, gastos de representación aparte, de diez mil machacantes, estipendio que, oso decir, que no es nada habitual entre la plebe, es muy fácilmente llevadero.

El señor Wert ya podrá con toda veracidad manifestar que no solamente son nuestros jóvenes universitarios, nuestros olvidados científicos, nuestra mejor juventud, los que se ven en la obligación de abandonar la patria olvidadiza para buscar mejores perspectivas, también él se ve en la amarga necesidad de emigrar de España, como una víctima más de la actual situación. ¡Qué gran ironía pero que gesto!

Finalmente el señor Wert ha hecho honor a su apellido, que en alemán, ya saben el idioma oficial de buena parte de nuestra geografía, no significa el valor descrito en la acepción cuarta del Diccionario de la Real Academia, aquello de cualidad del ánimo, que mueve a acometer resueltamente grandes empresas y arrostrar peligros, denotando osadía, es decir el valor, que en el idioma de Göethe tiene el vocablo Mut como su igual y que a los de nuestra generación se no suponía tan solo cuando nos licenciaban de la mili; no es ese el significado que parece irle mejor al nuevo embajador español en la OCDE, sino que parece más adecuada para definir sus habilidades la descrita en la acepción primera de aquel diccionario, que indica que valor, es decir Wert, está relacionado con el grado de utilidad de las cosas, para satisfacer las necesidades o proporcionar bienestar o deleite; esa es la noción que se aproxima más a la alemana de Wert.

Los meritos, tan citados por el señor Wert, cuando era ministro, como necesarios para acceder a una beca, que pueda ostentar el nuevo ciudadano parisino para cumplir decentemente con su nuevo cargo, sus capacidades en cuanto a la cooperación y el desarrollo económico, por desconocidos que sean, no le han impedido al susodicho tener su propia y particular beca Erasmus, solo un poco mejor que la de todos aquellos que hubieran podido tenerla y que no la tuvieron por el citado señor Wert entendió que no tenían meritos suficientes para ello. No me digan que tal resultante no tiene su aquel.

Decía el señor Wert en referencia a los estudiantes: "No es que les paguemos los estudios, les pagamos para estudiar". Uno se pregunta ¿para qué exactamente le pagamos al señor Wert?

El señor Wert y su seño, como los protagonistas de Casablanca, ya tienen París, esto ya no es la puerta giratoria, es un viaje por el cuerno de la abundancia; y abundan esos viajes, y en el pasado algunos han disfrutado también de este tipo de retiros dorados, seguro que en poco Rato recuerdan ustedes algún caso similar, y además otros ya se lo están preparando, pues no de otro modo puede entenderse la ocurrencia del ministro de Energía Soria, con su impuesto a las energías que restan números en la factura energética nacional y que no contaminan, que no sea su preparación para conseguir su propia prebenda en el futuro en el sector de las eléctricas, a las que de forma descarada favorece.

Así que ya ven, esto es lo que hay. Le escuche una vez a un humorista madrileño, Eloy Arenas, la siguiente frase: "Dios mío no me des, pero ponme donde haya"; quizá debiéramos colocar esa acertada sentencia en el escudo de España, como idea fuerza y apoyo a la de Plus Ultra, puesto que algunos, sin duda, van más allá de lo permitido, de lo deseable, de lo éticamente admisible, y sobre todo de los que se teme de ellos.

* Abogado