Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

Violencia de género que no cesa

Los sucesivos episodios de violencia de género nos golpean con saña este mes de agosto, aunque sea irreal la sensación de que el problema se agrava con el tiempo: en las últimas semanas, ha habido una serie desazonante de agresiones con resultado de muerte, encabezada por el doble asesinato de Cuenca, aderezado con todos los ingredientes perversos, incluida la cal viva, que llenan de horror esta clase de degeneraciones.

Sea como sea, y aunque el problema esté relativamente estabilizado, no es posible convivir pasivamente con una lacra que produjo el año pasado 54 muertes, y cerca de 800 desde que comenzó a contabilizarse esta especialidad criminal en 2003 (antes de esta fecha, no existía conciencia de que las agresiones machistas formaban un capítulo aparte en el vasto mundo de la delincuencia, que requería un tratamiento complejo y singular). Por ello, y aunque en lo que llevamos de 2015 las muertes sean hasta ahora algunas menos que en el mismo periodo de 2014, conviene una reflexión que se acumule a las anteriores y que proporcione nuevos elementos para una lucha que no puede cesar en tanto una sola mujer sea víctima del abuso del varón por una malformación cultural que hay que erradicar. Y no sólo en España: la violencia de género es un fenómeno universal, en absoluto asociado como algunos piensan al ardor mediterráneo: en los países nórdicos, las estadísticas son escalofriantes.

Sea como sea, el elemento más perturbador de la situación actual del problema parece ser la falta de denuncia de las víctimas. Sólo cuatro de las 25 mujeres asesinadas en lo que va de año presentaron denuncia por malos tratos. Cuando es sabido que la muerte de la víctima suele ser el último estadio de una cadena creciente de vejaciones. Una de las mujeres asesinadas este agosto, en Castelldefels, había padecido semanas atrás el incendio de su automóvil y de su vivienda? Pese a ello, y a que la policía dio por supuesto que su cónyuge tenía que ver con aquellos hechos, no hubo denuncia alguna? Y es evidente que todo el aparato legal y preventivo que se ha edificado desde 2004, gracias a un creativo e intenso consenso parlamentario, resulta inútil si la víctima no alerta de su situación a las fuerzas de seguridad del Estado o a las instituciones creadas a tal fin.

La resistencia a la denuncia tiene causas complejas. Pero influye decisivamente el temor a perder el acomodo familiar y entrar en un statu quo de precariedad e incertidumbre. La mujer que denuncia rompe un vínculo basado en poderosas inercias que, además de las amenazas y las agresiones, le ha proporcionado una cierta seguridad. Para que decida romper este vínculo, tiene que haber encontrad otras certezas, que son las que las instituciones deben darle, a ella y a sus hijos a su cargo. En este terreno, que tiene evidente contenido presupuestario, hay que trabajar intensamente. Sin olvidar las reformas procesales y penales que pueden facilitar el aislamiento y condena del agresor.

La violencia de género es, en cualquier caso, un fenómeno cultural. Está asociado a las religiones del Libro, que mantienen la supremacía del hombre sobre la mujer y la supeditación de ésta a aquél. Y anida profundamente arraigada en los hábitos, costumbres y tópicos de nuestras sociedades. La dignificación de la mujer, la plena equiparación de los sexos, la erradicación de cualquier diferencia son objetivos que deben presidir permanentemente el sistema educativo de nuestros países. Pero esta siembra es un tarea larga que sólo dará fruto a largo plazo. Y tenemos la obligación de abreviar el proceso por todos los medios, porque hay muchas vidas en juego.

Compartir el artículo

stats