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Antonio Papell

El PP, excéntrico

Como es conocido, la distribución de las preferencias electorales en España sigue el dibujo de una campana de Gauss levemente escorada a la izquierda. En el espacio político de 0 a 10, donde 0 es la extrema izquierda, 10 la extrema derecha y 5 el centro, la ubicación más cotizada es el 5, en la que se situaría el 21,9% de la muestra; a continuación, en el 4 se posiciona el 14,3% de la población; en el 3, el 16,5%; en el 6, el 8,9%; en el 7, el 6,2%; en el 2, el 5,4%, y en el 8, el 5,1%. Con esta distribución, el eje de simetría, en el que más electores se ubican, está en el 4,64, siempre tomando los datos del último barómetro del CIS correspondiente al mes de julio y publicado hace pocos días.

Conocida esta singularidad del mapa político español, es lógico que los partidos busquen en todos los casos la moderación, la centralidad. Sin embargo, la encuesta arroja algunas sorpresas: el PSOE es el más cercano al centro y al eje de simetría, con el 4,38. También cerca del centro se ubican UPyD (5,37) y Ciudadanos (6,18). Podemos, que ha pretendido en los últimos meses salirse de la casilla de la izquierda y avanzar hacia un punto intermedio, no lo ha conseguido y ocupa el 2,09. Izquierda Unida (ICV en Cataluña) está en el 2,46? Y el Partido Popular, absolutamente descentrado, en el 8,26.

Estos datos explican con bastante claridad varios fenómenos: en primer lugar, el ascenso de Ciudadanos, que ha encontrado a su disposición un gran espacio de centro-derecha, ya que buen número de electores conservadores creen que el PP se ha escorado excesivamente y buscan una formación más moderada. En segundo lugar, la encuesta describe el fracaso de Podemos en su empeño de perder la pátina radical que se le atribuyó a su llegada a la política. Finalmente, se advierte el acierto del PSOE en su afán de ubicase allá donde está el grueso de su electorado.

Lo más llamativo en todo caso es el escoramiento del PP, en lo que sin duda constituye un gravísimo error estratégico por una razón bien fácil de entender: tras el fracaso de VOX, no existe un partido de extrema derecha que pueda disputarle los votos más alejados, por lo que, para conseguir adueñarse de hemisferio, debería procurarse sobre todo el electorado centrista, el que forma el núcleo central del cuerpo electoral, que es por otra parte el que siempre ha decantado las elecciones en un sentido o en otro.

Los actores que han provocado este deslizamiento hacia la derecha han sido varios, y el propio Rajoy está entre ellos, pero sobre todo dos han marcado la impronta con énfasis especial: Ruiz Gallardón y Fernández Díaz. Aquel pretendió sacar adelante una reforma restrictiva de la ley del aborto, que finalmente le llevó a la dimisión, después de algunas otras reformas la ley de tasas, la de reforma del CGPJ, la del Código Penal de tendencia ultraconservadora. Y Fernández Díaz, por su parte, ha conseguido irritar a toda la progresía con diversas medidas, y entre ellas la ley de Seguridad Ciudadana, que no potencia libertad alguna (las libertades ya son plenas en este país) y que mancha al Gobierno con una pátina reaccionaria. Hay otros gestos como ciertos aspectos de la LOMCE que han contribuido a confinar al PP en el extremo, siempre a juicio subjetivo de los electores, que a la postre es el que actúa en los procesos electorales. Probablemente, ya no tiene tiempo el PP de moverse en el abanico ideológico, pero deberá tener en cuenta la evidencia si quiere conservar el centro y evitar que le salga un peligroso competidor por la derecha.

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