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El ébola ya no mola

Una vacuna contra el ébola acaba de probar por fin su eficacia, aunque la información divulgada por la OMS haya pasado casi inadvertida para el público de este país, tan agobiado por los efectos de ese mal hace casi nada. La noticia parece sensacional y aún lo sería más si la enfermedad no afectase mayormente a las gentes de África que tanta pena nos dan por aquí hasta que dejan de salir en los telediarios. Ahora que parece haberse descubierto la manera de conjurarlo, el ébola nos deja tan indiferentes como de costumbre. Ya no es asunto nuestro, por mucha que fuese la histeria que desató no hace tanto en España.

Meses atrás, esta dolencia acaparaba horas de información y debate en los noticieros, cientos de artículos en la prensa y acaloradas tertulias en los medios. Para entonces, el último brote del ébola se había llevado ya por delante la vida de cerca de diez mil personas en África; pero el tema no interesó hasta la detección de los primeros contagios de ciudadanos estadounidenses y europeos. Bastó que un misionero repatriado contagiase la enfermedad a una de las sanitarias que lo atendían para que los vecinos de esta última abandonasen sus viviendas y el virus del pánico se extendiese por toda España. Nada más lógico. Una cosa es que estas desventuras les sucedan a las gentes del tercer mundo, que para eso viven ahí; y otra bien distinta que el bicho del ébola cometa la impertinencia de traspasar las fronteras de Occidente, como un inmigrante más.

Nueve o diez meses después de aquel tremendo alboroto, el hallazgo de una vacuna que acaso permita erradicar ese mal no ha tenido la menor trascendencia en este país que tantas angustias pasó entonces. Se diría que somos insensibles a lo que no nos toca de cerca; pero quizá la explicación resida en la dosis de sobreinformación a la que estamos sometidos.

Unas noticias tapan a las otras en cuestión de días, sin tiempo a asimilarlas. El ébola, que hace unos meses tenía a los españoles en un ay, es ahora un lejano recuerdo incluso para aquellos que entonces exigían dimisiones y clamaban contra la presumida incompetencia de las autoridades. Todo ello sugiere que la sobredosis de actualidad puede tener efectos tan singulares como los de cualquier otro estupefaciente. Las cosas no suceden porque sí, sino para ser contadas en las teles y los periódicos que las transforman en noticias.

La información, convertida en espectáculo por los medios, tiende a desarrollar sus propios personajes, como si se tratara de una película. El ya olvidado dramón de Grecia, por ejemplo, hizo saltar al estrellato a un ministro tan pinturero como Yanis Varufakis. Para no ser menos, Artur Mas y sus colegas de reparto han puesto al frente de la lista por la independencia de Cataluña el nuevo estreno de la temporada informativa a un actor de sorprendente parecido con el ya exministro que llevó a Grecia al corralito.

También el ébola tuvo su estrella hace un año en la enfermera contagiada y felizmente curada en un hospital de Madrid. Pocos recordarán ya el nombre de la que durante semanas fue protagonista de apertura en los telediarios: y es natural. Aquel suceso fue rápidamente olvidado tras los nuevos estrenos de Grecia y Cataluña en la cartelera de la tele, por lo que parece natural que ya no sea noticia el descubrimiento de una vacuna contra tan temible enfermedad. El ébola, simplemente, ya no mola.

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