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Al poco de ser nombrado, al nuevo ministro de Educación Cultura y Deporte le hicieron en el Senado una pregunta acerca de qué puede hacer alguien con una cartera así cuando toma posesión de ella cuando sólo queda medio año para que haya elecciones generales. Para la respuesta Íñigo Méndez de Vigo utilizó un símil sacado del deporte: en la prórroga también se meten goles. Es cierto pero el fútbol, con ser un deporte parco en tanteo, supera en mucho la capacidad que cualquier ministro tiene para dejar huella „positiva, al menos„ contando con los cuatro años enteros de mandato. Seis meses es poco más que un suspiro para quien se hace cargo de la cartera de ministro y más aún si, el nuevo titular declara que no sabe lo suficiente de educación.

Pues bien, el hecho de admitir esa laguna supone si no un gol al menos un córner „los entendidos, en tiempos, otorgaban al saque de esquina la condición de medio gol„ porque es rara avis que un ministro utilice la franqueza. Si añadimos que para ser un buen gestor de la educación hay que tener sobre todo sentido común, mano izquierda y una ausencia absoluta de ego „virtudes que se han echado en falta en los últimos tiempos„ habrá que convenir que es una lástima que al ministro Méndez de Vigo le quedasen por delante media docena de meses de los que había que descontar las vacaciones de verano y la campaña electoral. Mi sensación de que es así tiene que ver con que en una entrevista reciente el ministro ha dicho que quiere rescatar el pacto educativo que su antecesor socialista, Gabilondo, no pudo lograr cuando ocupaba la misma cartera.

El pacto de Estado para hacer de la educación algo que no entre en luchas electoralistas ni componendas post-electorales es una necesidad que tiene este país desde que supo dotarse de una Constitución pero, en vez de alcanzarlo, hemos ido cambiando las leyes orgánicas educativas casi con cada golpe de timón en el poder. Socialistas y populares han ido imponiendo las suyas y derogando las del adversario en un pimpampúm con el que hemos salido perdiendo el resto de los ciudadanos. Habida cuenta de que algunos de los problemas más espinosos que hay planteados hoy, con el del desafío soberanista del presidente Mas en primera fila, esconden un matiz educativo bajo los enfrentamientos políticos, parece obvio que esa dinámica dañina debe ser neutralizada.

La única forma de hacerlo es „todos lo sabemos„ la del pacto educativo pero en los casi cuarenta años de Estado de Derecho que llevamos a las espaldas tal cosa ha sido imposible. El ministro Méndez de Vigo parece que quiere poner el proyecto de nuevo sobre la mesa y, aunque dé la impresión de que en lo que queda de legislatura no hay forma de sacarlo adelante, estaría muy bien retomar su metáfora: hacer lo que haga falta para que se le permita tirar ese penalti en tiempo de descuento. Desde luego que, de lograr ese gol, pasaría a la Historia.

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