El desempleo es una variable macroeconómica, que por ello mismo se maneja con criterios economicistas. El crecimiento económico genera puestos de trabajo, por lo que las terapias contra el desempleo deben ser de estímulo a la actividad. Existe, sin embargo, otra visión del desempleo, la social, que siempre presenta ribetes éticos: el parado es un ciudadano que no puede ejercer sus derechos porque no encuentra el modo de realizarse y, en el mejor de los casos, ha de supeditarse a las ayudas incompletas y escasas que le presta el estado de bienestar. Pero este problema, que es grave en todo caso, se vuelve gravísimo cuando el periodo de desempleo se dilata en exceso. Y he aquí un dato que estos días ha manejado la prensa: más de 1,2 millones de trabajadores llevan actualmente en España cuatro años o más en paro. Éste ya no es un problema económico. Frente a esta situación, urge disponer de una atención personalizada a estas personas que les proporcione los medios para regresar al mercado de trabajo. La formación es sin duda el principal requisito que necesitarán, pero también una labor de acompañamiento psicológico hasta que logren salir de su marginación y consigan integrarse. Nuestros servicios de Empleo han de centrarse en este cometido, una vez reforzados en la medida necesaria.
