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Llorenç Riera

La ralentización sanitaria del verano

El verano, mucho más si se dispone del periodo vacacional, suele ser época aprovechable para arreglar y remodelar la casa. Lo hacen incluso las escuelas en los meses en que las aulas no albergan el bullicio y la presión estudiantil. También los hospitales, pero ahí el asunto ya se vuelve más delicado porque, vacaciones, alegrías del buen tiempo y tolerancias del calor aparte, la entrada de paletas, fontaneros y electricistas pletóricos de salud laboral en los hospitales, también coincide con la temporada en que la isla soporta y se beneficia al mismo tiempo de la mayor presión demográfica. Con lo cual, a la vista está, siempre hay en los centros sanitarios algunos coches de alquiler con turistas en demanda de asistencia. Ocurre, por supuesto, sin que ello sirva de antidoto frente a indisposiciones y dolencias autóctonas.

La sanidad pública presenta como un gran logro el cierre este verano de menos camas hospitalarias con respecto al año pasado. Lo es, sin duda, pero tampoco resultará sano mitificarlo en exceso, teniendo en cuenta los condicionantes apuntados antes y porque a ello se une también el cierre de algunos quirófanos por vacación o remodelación y una creciente escasez de personal. Este periódico ponía al tanto el domingo pasado de los equilibrios que deben hacer los hospitales para conseguir profesionales de enfermería. Las bolsas de interinos están agotados. Hoy se pasa directamente de la facultad a los centros de trabajo. No son casos puntuales, 103 ya lo han hecho así. Y todavía faltan, lo cual deriva en la ralentización del servicio asistencial.

Este año se han cerrado unas 90 camas en los hospitales públicos de Mallorca, frente a las 155 del verano de 2014. Es un avance, pero no tan significativo como aparenta. Digamos que, con la experiencia adquirida, se ha podido ser más sutil y discreto. También se ha aprendido a amortiguar las críticas. En los pasillos de urgencias no se ven los hacinamientos del año pasado y el anterior. Las habitaciones en reforma en Manacor y el Hospital General se ejecutan en paquetes máximos de 6 para evitar sobresaltos. Sería interesante contrastar la capacidad asistencial del verano con la dimensión real de las listas de espera.

El hospital de Inca no ha cerrado ninguna habitación. Todavía soporta el impacto de la resaca del año pasado. En Son Llàtzer se ha puesto el cerrojo a las 35 habitaciones que hasta Semana Santa están destinadas a patologías vinculadas a la gripe y se aprovecha agosto para adecuar quirófanos. En Manacor los quirófanos no programan operaciones por la tarde porque las vacaciones no dan para ello y en el Hospital General se pone aire acondicionado donde resulta imposible convalecer por exceso de calor. Es el panorama estival de los hospitales públicos de Mallorca que quizás deberían replantearse si ésta es la mejor época para ponerse al día y ralentizar la actividad. No basta con aportar números que justifican una moderación parcial de los recursos asistenciales. La demanda empuja.

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