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Antonio Tarabini

Los calores estivales (I): elogio de la locura

En un intento frustrado de poner orden y concierto en mis papelotes cayó en mis manos una introducción, titulada "Elogio de la locura", que redacté para un libro, cuyo título no recuerdo, que se refería a las vivencias y experiencias de "Es Garrover", un proyecto cuyo objetivo era recuperar la visibilidad de los enfermos mentales. El tratamiento correcto, tanto política como socialmente era (¿todavía es?) ingresarlos y retenerlos en un psiquiátrico (hoy es incorrecto llamarlo "manicomio"), aislados del resto de los humanos "sanos". "Es Garrover", sin dejar de considerarlos enfermos, pretendía tratarlos como ciudadanos. Sacarlos de las penumbras sin esperanza, para situarlo en la sociedad desde su diferencia. Incluso se hicieron experiencias, con más o menos éxito, de cierta inmersión en el maldito mercado laboral. Reproduzco una parte de tal introducción que complemento con otras reflexiones.

El título, "Elogio de la locura", no es más que un plagio de un delicioso librito escrito por Erasmus de Rotterdam, en los inicios del siglo XVI (1511). Fue, y sigue siendo, una sátira burlesca en una época dominada por un despotismo (ilustrado y/o sin ilustrar), por una vida cortesana ajena a los ciudadanos, por un estado permanente de guerras, por una espantosa corrupción?Se iniciaban los albores de la Reforma de Lutero y la Contrareforma de la Iglesia Católica con sus relevantes consecuencias no sólo en el contexto religioso-eclesial sino también en la recomposición del mapa político europeo, la redistribución de poderes? Así la han definido personajes nada sospechosos como son Menéndez Pelayo o Llorenç Riber. Erasmus de Rotterdam apostó por los tolerantes, los críticos, los locos? Naturalmente, este librito fue incluido en el nefasto Índice de los libros prohibidos (1559-1583) por la santa madre Iglesia.

Hoy, en pleno siglo XXI, vivimos también inmersos en una sociedad en permanente cambio, con graves y relevantes interrogantes e incógnitas. Nos plazca o no, vivimos y convivimos (?) en un mundo globalizado regido y gestionado por los grandes gurús de las finanzas, en el cual el poder real de día en día reside menos en el ciudadano a pesar de formar parte de una sociedad formalmente democrática. Muy probablemente, como entonces, es necesaria la existencia de ímputs políticamente incorrectos, que algunos calificarán como locuras.

Siguiendo con el asunto de la locura y los locos, allá por 1970 organizamos en Barcelona un seminario, que posteriormente se reprodujo en Porto Colom, cuyo argumento era el "Psicoanálisis de la sociedad contemporánea", de Erich Fromm. En las sesiones de Barcelona participó el psiquiatra Carlos Castilla del Pino. En su devenir nos planteamos una cuestión, tal vez absurda: ¿cuáles son los criterios para considerar a una persona como "normal"? Tras un intenso debate, surgió una respuesta: "una persona normal es la que responde a los criterios y comportamientos políticos y socialmente establecidos". Los "otros" son los diferentes, los extraños, los incorrectos, los locos... Como es lógico, la sociedad establecida tiende a aislar estos sujetos, considerarlos como simples inadaptados sociales, a convertirlos en invisibles, y por tanto inexistentes.

Por suerte para unos, y por desgracia para otros, locuelos de tal especie haberlos haylos. En nuestra sociedad civil, compuesta por ciudadanos y ciudadanas con rostro y Dni, con sus contradicciones, desánimos e incluso depresiones, comienza a visualizarse, aunque sea de modo discontinuo, un cierto sentimiento cada vez más compartido de hartazgo. Surgen colectivos arraigados en situaciones injustas que afectan a nuestro presente y futuro individual, familiar, especialmente de segmentos con riesgos reales de exclusión social. En la pérdida constante de la calidad en servicios públicos esenciales como la educación y sanidad. En la privatización de los servicios sociales que se trasfieren a la buena voluntad y gestión de las ONG. En los desahucios hipotecarios que siguen vigentes. En los millones de euros destinados (?) a la inserción laboral de los jóvenes que siguen durmiendo en el baúl de los recuerdos; en los mayores de 45 años parados de larga duración, con casi nulas posibilidades de una inserción laboral y social pero presentes en nuestras calles porque no quieren repetir el guión de "los lunes al sol"; actores sociales que pretenden recuperar la convivencia en sus barriadas?Y también, aunque todavía no se perciba, una parte de nuestros políticos comienzan a comprender y practicar que es posible y necesario hacer política de otra manera situando a las personas en primer lugar. Este cambio de paradigma tiene dificultades objetivas de aplicación; y algunos (los políticos clásicos) se muestran inquietos calificando a las "nuevas" políticas de chorradas y demagógicas.

Por suerte hombres y mujeres locuelos, haberlos haylos, aunque molesten.

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