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JOrge Dezcallar

Francia nos da ejemplo

En mi artículo del pasado domingo sobre la crisis griega ("Mal sabor de boca") me refería a la ocasión que nos depara el grave problema vivido con las finanzas del país heleno, que de económico se ha convertido en político, para aprovechar la oportunidad y reformar todo o parte de lo mucho que se ha hecho mal durante los últimos años.

Se bien que es fácil hablar a toro pasado pero es evidente que ese núcleo duro de la Unión Europea que es la Eurozona, integrada por los 19 países que utilizan el euro como moneda común, se hizo muy deprisa y sin dotarla de los mecanismos que exigía su buen funcionamiento. Algunos economistas prestigiosos con los que tuve alguna relación durante mi época como embajador en los Estados Unidos, como Stieglitz o Krugman, lo repetían hasta la saciedad y a mi modesto juicio con cierta vanidad, por pensar que confirmaban sus agoreras predicciones. Concretamente, Krugman decía que España era un país serio cuya crisis no era tanto culpa nuestra como de un Eurogrupo que no solo carecía de instrumentos para corregir los desequilibrios entre los países que lo integraban sino que los fomentaba. Las cosas fueron relativamente bien en años de vacas gordas pero los problemas afloraron cuando llegaron las vacas flacas y no me refiero solo a la economía pues en realidad es la esencia misma de la Unión Europea la que se resiente de la crisis con la renacionalización de las políticas, con las barreras puestas al Acuerdo de Schengen y a la libre circulación de personas, al tratamiento que se da a gitanos, inmigrantes y solicitantes de asilo, a las insolidaridades entre los ricos del norte y los menos ricos del sur, a la emergencia de populismos antieuropeístas y, en conjunto, a la pérdida de ilusión por el proyecto de construcción europea que ha dejado de ser compartido por las masas del continente para ser hoy solo defendido por minorías europeístas entre cuyos adeptos confieso encontrarme.

No hace falta ser un lince para comprender que es difícil que una unión monetaria pueda funcionar con normalidad con 19 políticas económicas diferentes. La Unión Monetaria es de vocación federal (con un Banco Central independiente, por ejemplo), algo en lo que no se insiste demasiado porque el término todavía da mucho miedo en países con viejas historias, viejas heridas y temerosos de ceder soberanía cuando la globalización hace que ésta pierda cada día más sentido. Por eso la política económica no está integrada y sigue siendo intergubernamental. Esto es un disparate. Conocer el pasado nos nos debe condenar a él sino que nos debe servir para construir el futuro con la ambición de evitar viejos errores y de tropezar en las mismas piedras. El mundo se mueve deprisa, las viejas estructuras quedan obsoletas, se crean nuevos bancos en competencia con en el Banco Mundial o el FMI, los BRICS muestran vitalidad pese a los problemas actuales de China y a la caída de los precios de la materias primas, el centro económico del mundo gira hacia el Pacífico y Europa no puede quedarse atrás si no quiere caer en una irrelevancia que reducirá nuestro nivel de vida. Seríamos inconscientes si no nos preocupamos. Y unos suicidas.

Por eso es una gran noticia el liderazgo que está tomando el presidente Hollande para revitalizar la Eurozona y aprovechar la crisis griega para reformar lo que se ha hecho mal. Francia tiene muchos problemas pero sigue siendo la nación indispensable en el proceso de construcción europeo y su papel se acrecienta ante la incapacidad/ falta de voluntad de una Alemania todavía lastrada por demasiados complejos que le impiden ejercer el liderazgo visionario que Europa necesita. Solo Francia está hoy en condiciones de hacerlo y por eso son bienvenidas las ideas visionarias de Hollande en favor de una convergencia social y fiscal entre los países del euro que incluyan una unión bancaria (con garantías de depósitos e instrumentos que impidan la fuga de capitales); un Fondo Monetario europeo; un presupuesto común cuyo control democrático exigiría un parlamento propio de los países de la Eurozona, que podría funcionar como grupo separado pero dentro del ya existente Parlamento Europeo (algo semejante a cómo funcionan el Ecofin y el Eurogrupo); medidas que fomenten la movilidad de la mano de obra y eviten el "dumping" social con la homogeneización de los salarios mínimos y la creación de un seguro complementario de desempleo; una armonización del impuesto de sociedades que evite el dumping fiscal (no es posible que en España el impuesto de sociedades sea del 28% y en Irlanda del 12%) y, en definitiva, un gobierno económico común para los países que utilizan el euro como moneda común que con el tiempo, piano piano para que nadie se asuste, nos lleve a una Europa federal.

Sé que es un sueño y que todo esto exige un cambio en los tratados que tanto miedo (justificado) a da muchos en esta coyuntura tan insolidaria, pero es lo que me gustaría y es lo que que creo que nos interesa como europeos. Por eso agradezco el liderazgo francés al lanzar este debate y espero que España se sume a él con ideas y contribuciones imaginativas pues no en balde somos la cuarta economía del Eurogrupo aunque no se nos note demasiado por el modesto papel al que este gobierno parece habernos resignado.

Al lado de estos asuntos, disculpen pero... ¡qué pueblerina y corta de miras me parece la mascarada catalana!

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