Diario de Mallorca

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Fun with Flags?

Parafraseando a Sheldon Cooper, bienvenidos al apasionante mundo de la vexilología, la disciplina que estudia las banderas, pendones y estandartes. No suele ser un campo que me inspire demasiado interés, pero la semana pasada dos noticias me hicieron cambiar de opinión. En realidad lo que despertó mi curiosidad fue la reacción ante dichas noticias. Una pertenecía a la sección de nacional: la presentación en Madrid de Pedro Sánchez como candidato por el PSOE a la presidencia del Gobierno. Las opiniones coinciden en que, en su discurso, Sánchez no concretó demasiado y se limitó a trazar grandes líneas, poco más que buenos deseos. Pero a juzgar por el mar de comentarios y aunque resulte paradójico, por lo visto lo más importante no fue el fondo, sino la forma. De cada diez palabras escritas o pronunciadas en medios de comunicación sobre este acto político, siete se centraron en la puesta en escena, en el aire Obama del candidato y, sobre todo, en su uso de la bandera como inmenso telón de fondo. Ese querer "normalizar" la bandera la bandera de España para todos los españoles y el revuelo de quienes se sienten sus únicos depositarios muestran que el asunto no es simple anécdota.

La actual enseña patria tiene un origen curioso y nada pasional. En 1785 el rey Carlos III, harto de que las enseñas de sus barcos se confundieran con las de las demás casas borbónicas que ocupaban tronos europeos todos los borbones tenían en común el fondo blanco, eligió entre varios diseños propuestos uno muy vistoso que le aseguraba acabar con el problema. Hasta 1843 la rojigualda no adquirió categoría de símbolo nacional, y antes hizo falta algo clave: la guerra de la Independencia. Porque las banderas, queramos o no, nacen de las campañas bélicas; son el Super Glue de los anhelos patrios, Super Glue que funciona mejor cuando hay alguien o algo contra lo que marchar. Después, con el paso del tiempo, hubo sus más y sus menos, y, por desgracia, la bicolor cayó de un lado en la trágica guerra civil de 1936. Para los de mi generación que es la de don Mariano Rajoy durante muchos años la bandera fue la banderita de sangre y oro, con los colores del vino de Jerez y el vinillo de Rioja; la que en su centro, rescatado del baúl de los recuerdos apócrifos, ostentaba el escudo de los Reyes Católicos... El mismo que aún se ve por bastantes rincones de las ciudades españolas. Pedro Sánchez, nacido en 1972, necesitará muchas energías para despojarla de esas adherencias. ¿No sería mejor dedicar ese esfuerzo a algo de mayor enjundia? Al fin y al cabo, el mundial de fútbol hizo muchísimo más por la causa que su despliegue en el teatro-circo Price el pasado día 21.

La segunda noticia, la polémica desatada tras la matanza de Charleston contra el uso de la bandera confederada en centros oficiales, da que pensar sobre el poder que puede acumular un trozo de tela. Porque, a siglo y medio de acabarse la guerra civil, parece que en algunos estados estadounidenses aún siguen en guerra.

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