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Matías Vallés

Al azar

Matías Vallés

El ´Narco style´ decora la isla

El reputado narcotraficante El Pablo será juzgado por el pésimo gusto en la decoración de su casa de La Soledat. Las estupefacientes fotografías del interiorismo de su vivienda, publicadas a raíz del asalto policial al inmueble, no desentonarían en un chalet rusoalemán de Son Vida, Port d´Andratx y demás centros de perversión de la arquitectura mallorquina. Una honesta barriada palmesana no merece ser embrutecida con el estuco de mármol rosa, las mesas rococó y la grifería dorada imperantes en los palacetes emperifollados del litoral insular. Quedan desmentidas las consignas tranquilizadoras, la epidemia de mal gusto importada de Hamburgo y San Petersburgo se ha trasladado a la Mallorca esencial. Solo el Código Penal puede atajar el contagio.

Urge por tanto que la policía entre con arietes en los chalets de millones de euros donde el mármol ha usurpado y ultrajado a la sillería autóctona. La decoración pirata daña la imagen de la isla con mayor fuerza que el urbanismo pirata, los interioristas han sido incluso más funestos que los arquitectos. Hay que precintar las viviendas de lujo y lujuria, clausurar por insalubres sus habitaciones de pomposa estridencia. En la mayoría de los casos aquí retratados, se empieza vendiendo droga y se acaba irremediablemente con un globo terráqueo tallado en lapislázuli y con las Américas cambiadas de hemisferio. Dios me libre de interferir en la labor de la justicia pero, ornamentalmente hablando, El Pablo es una víctima. Ha de sentirse liberado al abandonar una cárcel primorosa que solo compraría un rusoalemán con cadenas de oro.

El narco style decora Mallorca, y crea más adictos que la marihuana. Queda zanjado el debate histórico sobre la denominación del modelo arquitectónico imperante en la isla, a veces bautizado como mallorquino o mallorcano. Cuando salga a subasta la mansión de La Soledat, alcanzará precios de picasso, no descartemos que el propio Abramovich se sume a la puja. Y mientras se instala la convicción de que el interior de Mallorca ha degenerado tanto como su fachada, el último resistente se preguntará en qué momento se perdió la "unidad de escala".

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