Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

La ira de Rajoy

Rajoy está manifiestamente molesto porque el PSOE ha decidido no acompañarle en su intento de mantener la hegemonía. Como es conocido, el PP ganó las elecciones locales del 24M por el 27% de los votos, seguido de cerca por el PSOE con el 24%, pese a lo cual es notoria una mayoría de izquierdas en el espectro político, que hubiera sido todavía más llamativa si Podemos se hubiera presentado en todas las circunscripciones. Y ahora Rajoy defiende la absurda tesis de que debe gobernar la lista más votada aun cuando el signo político de la mayoría sea diferente, al tiempo que pretende que, en aras de la moderación y la estabilidad, el PSOE se brinde a pactar con el PP.

De entrada hay que decir que el pacto PP-PSOE, formaciones antagónicas que han sostenido la dialéctica política desde los ochenta, no tiene sentido, salvo en casos de emergencia nacional o de gran interés de Estado (es lógico el consenso entre ambos ante el problema catalán, pongamos por caso). En otros casos, el pacto, muy antiestético, seria criticado por la opinión pública, que entendería y con razón que las dos formaciones se apuntalan mutuamente con el único objetivo de conservar el poder a toda costa.

Pero, además, el PP ha cometido demasiados errores en esta legislatura, por lo que cualquier connivencia con él produciría franca contaminación. El caso de Valencia es paradigmático: tanto Fabra como Rita Barberá ganaron las elecciones con resultados bajísimos. El 25,71% en el ayuntamiento y el 26,25% en la comunidad, y ello a pesar de los gravísimos escándalos que han afectado a los políticos populares de la comunidad, y que no vale la pena recordar aquí porque están en la mente de todos. ¿Qué debería hacer el PSOE en estos casos? ¿Intentar pactar con le PP para cerrar el paso a Podemos, Ciudadanos y Compromís? ¿Salir en socorro de la formación que ha protagonizado los episodios más turbios de la democracia, que mantienen en prisión a varios prohombres de la política popular valenciana? ¿O contribuir al cambio, al saneamiento de las instituciones, a la reconciliación de la política de la ciudadanía?

El PP y el PSOE ya se equivocaron en algún momento al tratar de taparse mutuamente las vergüenzas, como fue el caso de Bankia, cuando ambos se negaron a crear una comisión1 de investigación. Tuvo que ser UPyD la que interpuso la correspondiente denuncia, que destapó el pastel. ¿Acaso quiere Rajoy se mantenga aquella confabulación que la gente legó a llamar PPSOE?

Denunciar por "sectarismo" a Pedro Sánchez por prestarse a cooperar con unas formaciones "nuevas" que han nacido como reacción a los abusos del establishment es, como mínimo, demagógico. Y calificarle de "radical" por prestarse a completar mayorías con Podemos es una exageración que ya no cuela en la avezada opinión pública de este país. En el terreno municipal y autonómico, los programas de Podemos no son más "radicales" que los que exhibió en otro tiempo Izquierda Unida, aquella formación que tan buenas migas hizo con José María Aznar, pongamos por caso.

Lo único cierto, es que, por razones de salubridad pública, el PP debe ser relevado allá donde la corrupción ha sido mas aparatosa, como Valencia y Madrid. Y ni hay radicalización ni deriva totalitaria ni zarandajas: lo que se persigue es demostrar a la ciudadanía que es posible cambiar las cosas, echar a los corruptos y gobernar de otra manera. Porque tampoco es democrático afirmar que fuera de las políticas populares sólo nos espera el caos.

Compartir el artículo

stats