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Matías Vallés

Memorias de Monedero

Suplico perdón de antemano por la intrusión de la primera persona. Por avatares que no méritos profesionales, entrevisté en apenas dos semanas a Juan Carlos Monedero y Tania Sánchez. Por aquel entonces eran las dos personas más próximas al divinizado Pablo Iglesias. Sorteemos la observación inmediata sobre la volubilidad o volatilidad de los afectos, para recordar que uno de los entrevistados mostraba una devoción sin fisuras por el líder del pujante Podemos. Y no era ella. Esperaba en Monedero una sombra de celos hacia quien se había encaramado al número uno de la formación. No era así, en una muestra de lealtad encomiable dado que del resto de la conversación se desprendía que se consideraba superior al resto de la humanidad. Como la mayoría de políticos. Una pequeña muestra:

-Usted no se esfuerza por caer simpático.

-Si sonriera, sería un hipócrita.

La entrega -no, la inmolación- de Monedero a su líder me empujó a titular sin fisuras que "Es razonable que Pablo Iglesias sea presidente del Gobierno". Ahorremos de nuevo la digresión sobre la inconstancia de los sentimientos, para recordar que la imagen de superioridad sobre su entonces compañero que Tania Sánchez se empeñaba en transmitir casi impulsó al epígrafe "Di el salto a la política antes que mi pareja Pablo Iglesias". Debe constar que no me recriminó las preguntas sobre el líder de Podemos porque conllevaran machismo. Simplemente, se consideraba más importante que Iglesias desde su escaño minoritario en el parlamento provincial de Madrid.

Ahora, la confesión. Mientras hablaba con Tania Sánchez me asaltó el pensamiento diabólico de que esta persona acabaría con Podemos. La sobredosis de material inflamable que atesoraba la antropóloga es tan peligrosa como la abulia de Rajoy. No me atreví a escribirlo, de nuevo el espectro de lo sexualmente incorrecto. Mantengo que no era una impresión descabellada, recuerdo la frase que me dijo Pedro J. Ramírez sobre un gobernante arrastrado por la corrupción, "no estaba junto a la persona adecuada". Demasiado fácil, Cristina de Borbón no arrastra a Urdangarin ni se contamina de vicios antiguos del balonmanista.

De la charla con Monedero, dos confesiones. Una económica que debí consignar, y un error revelador. Cabe describirlos sin incurrir en el deleznable efecto del retrovisor que denuncian Kahneman y Taleb. No recuerdo una entre cientos de entrevistas a políticos en que confesaran que querían ganar dinero. Me ocurrió con el líder de Podemos, sin avidez pero con convicción. Su ajetreo debía estar remunerado, de nuevo sin exageración pero como cláusula ineludible. Me desballestó, en los meses de las flores y las pasiones a flor de piel. En cuanto a la confusión, un intercambio sobre el sex appeal en los candidatos políticos llevó a Monedero a considerar que esta seductora desviación funcionaba en España como prueba de inmadurez democrática. Le repliqué que el éxito de Obama en un país avanzado no podía desligarse de su atractivo físico. Me contrapuso que, antes de llegar a la Casa Blanca, "Obama tenía una trayectoria como gobernador". El pequeño problema es que el presidente norteamericano nunca fue gobernador, a diferencia de Clinton o Bush, sino senador. Un lapsus minúsculo, salvo que hablamos de quien era proclamado como el mayor politólogo español, profesor universitario de la asignatura, lanzado hacia el poder y diseccionando al vigente emperador del universo. El desliz me humanizó a Podemos y al voluntarioso elitismo que no populismo de sus impulsores. La pretensión erudita quedaba sellada en una pregunta que me avergüenza por tópica:

-¿Si Pablo Iglesias es Felipe González, usted interpreta a Alfonso Guerra?

-Yo soy más de Tierno Galván.

Tierno no hubiera confundido al senador Obama con el gobernador Obama. Los líderes de Podemos superan ampliamente el nivel intelectual de líderes bochornosos en este apartado como Rajoy, Zapatero -convencido de que Kerry derrotaría a Bush-, González o el sobrevalorado Guerra que escribe sus memorias en un castellano desmejorado. Sin embargo, los licenciados de Podemos no coronan las cimas de la sabiduría que pretende su leyenda. La pregunta a Monedero que siguió a la anterior era inmediata, pero hoy queda irisada:

-A Tierno lo decapitaron entre González y Guerra.

-Por eso me gusta más. El fin de los intelectuales en política es triunfar o morir, no hay puntos intermedios. Sea.

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