La vacunación es reconocida como la principal acción de salud pública realizada por el ser humano que ha conseguido disminuir de una forma drástica las enfermedades infecciosas transmisibles. Sólo la potabilización del agua corriente, que se considera un derecho básico de salud, supera a las inmunizaciones en la mejoría de la calidad de vida de la población humana. A pesar de ello todavía los aspectos negativos de las vacunas, generalmente erróneos, malinterpretados o malintencionados, consiguen una mayor publicidad que sus demostradas y evidentes ventajas. Además todos sabemos que cuando una enfermedad es muy prevalente, hay muchos casos, la población cree fielmente en el valor social de la vacuna porque ve disminuir de forma cercana los casos de esa enfermedad, pero cuando se producen pocos casos, gracias a la vacunación continuada, se inicia la desconfianza general frente a la vacuna que la evitaba.

Los beneficios sanitarios de las vacunas han conseguido en ocasiones la erradicación de alguna enfermedad del planeta (como la viruela), hecho que sólo se puede alcanzar si el virus causante tiene como único huésped natural al ser humano. Cuando no se consigue o no se puede conseguir este objetivo, podemos intentar eliminar la infección de un determinado territorio geográfico (zona libre o de exclusión de la infección). En ambos casos sólo se conseguirán estos objetivos mediante un programa de vacunación universal que afecte a toda la población, de modo que el microorganismo no sea capaz de encontrar a ninguna persona susceptible y se extinga del ecosistema. Debe recordarse que la vacunación, que inicialmente es un acto individual, tiene consecuencias colectivas, es decir el proceso de amplificación vacunal que se produce de forma natural en los entornos sociales y sanitarios más desfavorecidos, facilita el paso del virus vacunal a los niños y personas del entorno más cercano. La todavía utilización de la vacuna atenuada (oral) de la poliomielitis, parte de la cual se elimina por las heces, se basa en este principio de diseminación, de modo que por cada niño vacunado se consiguen otros diez niños inmunizados por exposición directa al primero. Este proceso amplia la efectividad de las vacunas y da origen a la llamada inmunidad de grupo o social; es decir se pretende socializar el acto vacunal e incrementar sus beneficios sanitarios.

Los diferentes programas de vacunación que se aplican en el mundo evitan el fallecimiento de al menos seis millones de niños cada año (disminución de la mortalidad), mejorando además la calidad de vida social y sanitaria del entorno en el que viven. Pero en aquellos casos en los que no se evita totalmente la infección, la enfermedad que provoca es mucho menor y menos lesiva que la infección natural (disminución de la morbilidad). La disminución de estas infecciones tiene una gran repercusión social, ya que si los niños no están enfermos podrán seguir educándose en la escuela y mejorar su nivel cultural. Pero además beneficiará el entorno familiar y social del mismo, de modo que no será necesario que las madres tengan que ausentarse del trabajo para cuidar de los hijos enfermos (disminución de la carga social). Todo ello repercutirá a la larga en una mejoría cultural y en un empoderamiento de las mujeres, que podrán mejorar sus niveles culturales y actitudes sociales, repercutiendo en una elevación del nivel social de la comunidad. La sanidad pública debe promover activamente y ofrecer aquellas vacunas cuyo valor social supere a su coste sanitario. Es decir, aquellas que han demostrado ser eficaces, con un elevado impacto positivo en la salud pública.

Algunas vacunas tienen un doble objetivo, además de eliminar la infección, evitar las consecuencias de la misma. De este modo tanto la vacuna frente a la hepatitis B como la del papiloma humano, tienen como objetivos finales evitar el desarrollo del cáncer hepático y endocervical. Aunque sus beneficios los obtengamos al cabo de muchos años, las consecuencias de ellos son suficientemente evidentes como para implementar su aplicación de una manera rutinaria. Además también deben considerarse los beneficios indirectos resultantes de la pérdida de productividad, absentismo laboral, infertilidad o discapacidad, entre otros. Debe recordarse que el coste de una enfermedad no sólo recae en el paciente, sino también en sus familiares, cuidadores y en la sociedad en general.

Las vacunas van a mejorar siempre los niveles de salud de una comunidad, lo cual va a determinar una mejora social y económica de la misma. Se podrán dedicar recursos a otras actividades sociales que mejoren la situación cultural de la misma (alfabetización, formación profesional). El coste-beneficio que se obtiene de ellas es espectacular y cualquier inversión en programas vacunales siempre repercutirá en esa mejoría colectiva. Además, las vacunaciones son una de las bases sanitarias de la equidad, especialmente entre las poblaciones menos favorecidas. Las vacunas igualan sanitariamente a las clases sociales y nos permiten afrontar el futuro, inicialmente, en las mismas condiciones de vida. Evidentemente la todavía existencia de vacunas no financiadas por la sanidad pública, es decir gratuitas, prolonga esa desigualdad y perpetua la exigencia del derecho universal a la protección de la infancia.

Así pues, los beneficios de las vacunas van mucho más allá de las mejoras sanitarias y repercuten de forma directa en la calidad y cantidad de vida, mejorando las expectativas de mejora y disfrute de la misma. Un niño bien vacunado será mucho más feliz (pues tendrá menos enfermedades) y se desarrollará emocional e intelectualmente mucho más que aquellos cuyos padres toman la opción de negarles ese bien individual por razones egoístas o no suficientemente razonadas (distanciamiento social). En la semana europea de la vacunación que estamos celebrando, debemos recordar esos logros sociales de las vacunas que permiten que niños de todo el mundo puedan brindar con agua potable mientras reciben la dosis vacunal que les corresponde.

* Doctor de la Unidad de Virología del Hospital Universitario Son Espases