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José Carlos Llop

Líbrenos Dios de los puros

Hay una planta, cuya semilla germina en el territorio de la corrupción y el mal gobierno. Es una planta que produce una flor en apariencia limpia y esperanzadora, pero si la situamos bajo una lente de aumento, observamos que está poblada de gérmenes y bacterias cuyos efectos desconocemos. Sabemos, en cambio, sin ser botánicos, lo que la Historia nos enseña: que esa flor tan pura es venenosa. Y también sabemos que su perfume produce una rara forma de amnesia. Si lo aspiramos, sea en la dosis que sea, olvidamos. Lo más curioso es que no nos olvidamos de cómo nos llamamos, ni de quienes son nuestros familiares, o del lugar donde trabajamos, no. Sólo olvidamos una cosa: la Historia.

Recuerdo a menudo una frase del abuelo de George Steiner a su nieto, mientras éste miraba desde su casa una manifestación de Action Française en la que se gritaban consignas antisemitas. Steiner niño le preguntó a Steiner viejo judíos ambos, claro qué era todo aquel griterío. Y su abuelo le contestó: "Nada que no haya ocurrido antes: es la Historia que pasa por debajo de nuestra casa". Y luego le pidió que se apartara de la ventana y cerrara los postigos. Si el abuelo de Steiner hubiera olido la flor de la planta que germina en el territorio de la corrupción y el mal gobierno, tal vez no habría contestado lo mismo. Pero los judíos son inmunes a este perfume. Su cultura fundamentada en la memoria favorece esa inmunidad y los sostiene en pie, ocurra lo que ocurra.

Pensé en todo eso hace tres días, mientras veía el vídeo del llamado Estado Islámico, donde unos seres puros e iluminados, infectados de religión hasta el tuétano de una religión donde el odio al diferente es tanto, que se extiende hacia el pasado milenario, destrozaban hasta convertirlas en piedras y polvo, toda cuanta obra de arte hubiera en el museo arqueológico de Mosul, la antigua Nínive. Bajorrelieves, estatuas, máscaras, caballos alados, todo iba cayendo a manos del mazo, la piqueta, el martillo y el compresor, entre entusiastas cánticos de suras, discursos justificativos de la acción y tableteos de AK-47. Días antes habían dinamitado la tumba del profeta Jonás, quemado cientos de libros de la biblioteca universitaria y, según The Independent, saqueado miles de manuscritos y libros antiguos de la biblioteca de la iglesia latina y del monasterio de los dominicos. Pensé en las satrapías de aquella zona del mundo, tan cercana. En la gobernanza corrupta de tantos de sus reinos y repúblicas. En la crueldad y el miedo como forma de relación del poder. En la irresponsabilidad de Lawrence de Arabia. En la frivolidad de Occidente ante las distintas primaveras árabes. En la cerrilidad de creer que la democracia puede exportarse y afianzarse por todo como si fuera la Coca-Cola. En los regímenes corruptos que financian a los puros del llamado Estado Islámico. En la voluntad imparable de los gestos y miradas de unos hombres que un día acaban con siglos de civilización y otro degüellan a sus prisioneros, o los queman vivos en una jaula. Pensé, en fin, en los puros y su papel en la Historia: Savonarola, Robespierre, Pol Pot, Jomeini, o Lenin, que creía que la vida era un tablero de ajedrez y los hombres sus peones.

Porque lo que diferencia a los puros de los justos y eso que también conviene cuidarse de la ira de los justos es que los que se consideran puros siempre se colocan por encima de los hombres y los juzgan y condenan sobre todo juzgan y condenan como los seres inferiores que son para ellos. La táctica es muy vieja: se les insulta, descalifica o difama primero, y se acaba con ellos después. Pero que nadie pregunte por el pasado de los seres puros: al borrar la Historia como las estatuas de Nínive también borran lo que hicieron antes de manifestar su pureza. Hasta su origen, que es una forma de corrupción moral que esgrime su contrario, borran mientras destruyen. Al contemplar la barbarie de los puros en Mosul, pensé, no sé por qué, en Doctor Zhivago. Y la añoranza por aquel descreído, cínico y bon vivant llamado Komarovski fue entonces grande e inmediata.

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