A media que van aproximándose las elecciones autonómicas de mayo, todas las fuerzas políticas de peso en Balears, con la excepción del PP, han dejado entrever su intención de aplicar una tasa o impuesto a los turistas para conseguir unos beneficios que se destinen a mejoras ecológicas y medioambientales directas.

Sería una especie de recuperación de la muy polémica ecotasa, que tantos quebraderos de cabeza provocó al último Govern del pacto presidido por el socialista Antich. El planteamiento se presentaría con otro esquema y denominación, porque aquel intento está agotado, pero se mantiene el concepto y la posibilidad de que los visitantes contribuyan desde su bolsillo a la salvaguarda de los bienes naturales de los que disfrutan y que, en buena parte de los casos, han sido determinantes en su elección de Mallorca como lugar de ocio y descanso.

La ecotasa fracasó en su día por la oposición frontal y beligerante que los hoteleros mostraron hacia ella y por la incapacidad de consenso entre la Administración de turno y el sector turístico. Los mismos hoteleros no han ocultado ahora su temor ante un presumible vuelco en los resultados de las elecciones de mayo. Saben que la comodidad y la complacencia de la que han disfrutado con el Govern del PP presidido por Bauzá tiene posible fecha de caducidad en la próxima primavera. No obstante, aunque vuelven a oponerse al rescate de tributos equivalentes a la ecotasa, se muestran abiertos al diálogo y, conscientes de la realidad diversa que puede avecinarse, matizan posiciones. La vicepresidenta de la Federación Hotelera y el líder de Podemos, la formación política que las encuestas dan como emergente y que ha mostrado una postura más firme en cuanto a la contribución hotelera al beneficio general, se han lanzado en las redes sociales mensajes que sugieren, al menos, futuros intercambios de puntos de vista. Sin duda, la del diálogo sensato es la postura más inteligente y responsable para un ámbito, como el turístico, cuya repercusión en la estructura económica de Balears se estima en el 80%. De la conferencia política del PSOE también ha surgido la decisión de impulsar un tributo de sello ecológico. Al mismo carro se ha sumado Més, cifrando en 12 millones el potencial de recaudación anual por este concepto.

Cobrar a los visitantes no es una idea nueva ni exclusiva de Balears. Se aplica con éxito y en cantidades pequeñas en distintos lugares. No consta oposición firme por parte de quienes desembolsan la tasa porque seguramente han adquirido conciencia de que, con ella, contribuyen de forma directa a la conservación y mejora del atractivo que han elegido. Además, en buena lógica, resulta justo y consecuente que los turistas, que consumen agua y generan basuras, paguen, aunque sólo sea de forma simbólica pero efectiva, por el servicio público que reciben y contribuyan a su transformación o eliminación.

Una de las constantes de la crisis económica ha sido la queja por la escasa repercusión que han tenido los beneficios de tres excelentes temporadas turísticas sobre el conjunto de la sociedad balear. Aplicar una aportación de signo medioambiental es una forma de paliar en parte este déficit evidente. Se beneficiarán de ello los residentes, pero también los propios turistas que verán incrementados los valores de los sitios que visitan. Es una forma directa de subir los grados de calidad y competitividad de las islas. Si el aporte funciona con éxito en otros lugares, habrá que analizar y debatir si son viables fórmulas de consenso para hacerlo efectivo. Sin embargo, lo que no tendría sentido es plantear esta discusión desde posturas maximalistas que repercutan negativamente en la imagen turística de Balears. Es un asunto que debe afrontarse con prudencia y pragmatismo. De ninguna manera se pueden respaldar opciones que alarmen o alejen a los grandes operadores que confían en Balears como destino. El turismo es y será la columna vertebral de nuestra economía y la exigencia de beneficio social a quienes lideran el sector debe ser compatible con opciones que sean asumibles de manera natural y comprensible por parte de quienes nos ven como un destino soñado. Ellos serán los primeros interesados en colaborar a la mejora de la naturaleza de Balears si las alternativas para lograrlo se conciben y se explican con inteligencia y mucha prudencia.