El fútbol, además de ser un atractivo juego que mueve a multitudes porque, como muchos otros deportes de equipo, se acaba vinculando a la territorialidad y genera lazos identitarios, encierra todavía atávicos valores anacrónicos, machistas y homófobos, que es necesario desterrar por cuestiones de profilaxis pública. El último episodio intolerable está en los periódicos: un sector del público del Betis está defendiendo mediante canciones coreadas masivamente a un jugador del equipo que está acusado de cuatro delitos de malos tratos y uno de amenazas contra su antigua novia, por lo que el fiscal pide para él dos años de cárcel. Los energúmenos en cuestión afirman en sus cánticos que la mujer vejada es en realidad una prostituta por lo que las agresiones de su pareja estarían más que justificadas. Brutal ilación argumental.
La Comisión Antiviolencia ha comenzado a actuar ante las protestas inauditas de representantes del club. El caso es gravísimo y requiere de los poderes públicos la mayor decisión. Deben depurarse todas las responsabilidades penales a que haya lugar y en el aspecto deportivo ha de zanjarse el caso con la máxima ejemplaridad. La lucha contra la violencia de género ha de mostrarse inflexible en casos como éste.
