Hacer una buena encuesta, seria y fiable, no es fácil. Entre otras cosas, se requiere que el conjunto de entrevistados, lo que se llama "la muestra", refleje verazmente la realidad social en aspectos como edad, sexo, formación, origen, ocupación Hacia el final de un trabajo de campo los encuestadores van locos buscando una universitaria cuarentona o un ferroviario jubilado, pongamos por caso, para completar la representatividad de la muestra.
En cambio, nada más fácil que abrir una de estas encuestas de las publicaciones digitales donde los lectores de pronuncian sobre un rema de actualidad. Es gratis, una vez que se dispone del programa informático. Pero tales encuestas no representan la opinión de toda la gente, sino de la audiencia del medio y, para ser más exactos, de la porción de la audiencia más motivada para participar.
¿Significa ello que tales encuestas no tienen ningún valor? Ni mucho menos. Son de una gran utilidad, pero para algo distinto: para saber de qué pié cojea la audiencia del medio de que se trate y, por lo tanto, el propio medio si éste se desarrolla en una concurrencia de mercado donde los lectores pueden elegir, y eligen aquel con el que se sienten más cómodos o identificados.
Vamos con los ejemplos. Varios medios con sede en Madrid abrieron espacios para votar quién había ganado el cara a cara entre Rajoy y Sánchez en el debate de política general. Y los resultados fueron notablemente dispares. Al día siguiente por la mañana, en la web de la Cadena Ser ganaba Sánchez con un 88%. En la de El País también Sánchez con un 68%. En la de El Mundo, Rajoy por 51 a 49. En la Cope, Rajoy por 53 a 47. En La Razón, el mismo con un 67%. Y en el ACB, nuevamente el actual presidente pero con un 70% de los votos. ¿Qué nos dice todo esto sobre la opinión de los españoles? Poco. ¿Qué nos dice sobre los lectores de las web de los medios relatados? Mucho. ¿Les importa? Poco. ¿Qué les importa realmente? A la vista del relieve concedido, la tableta de Celia Villalobos, desde luego.
