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José Francisco Conrado de Villalonga

Acrecentamiento de la casta

Me decía Patricia, una ejecutiva joven, inteligente y preparada, que se incomoda cuando escucha las acometidas, escarnios y ludibrios con las que se comunican los políticos entre si, seguramente lo hacen por falta de educación, modales o urbanidad y como tienen poco que decir arguyen injuriando al adversario y a la demagogia como modo de comunicación hacia el ciudadano. La demagogia es una forma corrupta y degenerada de transitar por la democracia tan antigua como su origen. El demagogo suele decir aquello que la ciudadanía quiere escuchar y sus ofrecimientos, sus teóricas soluciones pueden provocar en el pueblo sensación de esperanza, virtud teologal hoy muy dejada. Montesquieu decía que cuando una democracia está dirigida por personas mediocres el peligro de que degenere en un sistema demagógico es inminente.

En la antigua Grecia, de la que todos somos legatarios, Cleon de Atenas, enemigo político de Pericles, 495-429 a C., influyente político y reconocido orador ateniense, -en el Siglo de Pericles-, edad de oro de la Ciudad, era considerado el perfecto demagogo por atacar a sus contrincantes con propuestas y argumentos populistas sin posibilidad de llevarse a término. Otro célebre demagogo fue Hipérbolo personaje exaltado, disociador y cínico que llegó a alcanzar cierta influencia en el Ágora de Atenas durante la primera guerra del Peloponeso. También Alcibíades, militar y estratega, se dedicaba a halagar a los electores estimulando sus pasiones y odios hasta que ante el exceso de argucias su influencia y relevancia política se evanescieron, sus logros fueron efímeros y tuvo que acabar exiliándose en Persia. Aristóteles, que prestó mucha atención a este tipo de política demagógica, consideró que esa forma de actuar fue la causa del declive de Atenas.

El trending topic " acabemos con la casta" ha calado en los electores, el hartazgo ante los reiterados escándalos de corrupción, Madrid, Sevilla, Valencia, Barcelona, Mallorca, que afectan a los principales partidos, la ineficiencia en la gestión pública, la descalificación del adversario político han conseguido que el mensaje de "a por ellos" esté teniendo seguimiento. Sin embargo hay que decir que no se puede llegar al poder con falsas promesas, emulaciones, ideas radicales que no serán aplicables aunque teóricamente pudieran ser ciertas y atraigan la atención y atracción del pueblo. Tampoco es prudente, por ejemplo, presentar al Sr. Monedero como contribuyente ejemplar cuando sus ingresos caribeños han pasado por una serie de fases y llegado a un final fiscalmente poco ejemplarizante, pues a partir de ahí se le podría espetar ¡ bienvenido a "la casta"!.

Los argumentum ad vercundiam, recursos sofistas, promesas vacías pero emotivas, propias de populistas utópicos, como los de Grecia, son los síntomas palpables de esa enfermedad silenciosa, infecciosa y contagiosa que se detectan cuando ya resulta ser incurable. Sin embargo estos presagios tienen una causa y esta no es otra que la incapacidad del actual sistema de partidos para resolver los problemas de los ciudadanos y eso provoca la desafección que les oprime. La salida de esta situación debería pasar por presentar propuestas sensatas, lógicas, posibles, "ad logicam", con el fin de enderezar la hoy difícil situación de la democracia.

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