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Caminos equivocados

Aparentemente, las tácticas negociadoras desplegadas tanto por el recién elegido gobierno griego como por las instituciones europeas y los gobiernos miembros de la UE que ya han sido "visitados", parecen seguir principios de la teoría de juegos. Relevantes economistas, como Krugman, o, por parte española, Antón Costas, han hecho referencia específica al juego del gallina, para sintetizar las primeras posturas de unos y otros.

Tsipras y su ministro Varoufakis por cierto, experto en teoría de juegosdicen que están sujetos a la voluntad del electorado griego, lo que se traduce en un rechazo tanto a las políticas económicas que le han sido impuestas a Grecia por la troika, como a la propia troika como interlocutor para renegociar el plan de rescate. Para muchos, totalmente razonable; para otros, una provocación.

El Banco Central Europeo (BCE), que no está sujeto a control democrático alguno, decide, entre otros, contestar al farol, amenazando a Grecia con cortar la respiración asistida a sus bancos. Los más cautos simplemente dicen que Europa tiene unas reglas, que nos hemos dado de común acuerdo entre todos y que deben ser respetadas. Para muchos, esta es una postura que está totalmente justificada; para otros, simplemente un hostigamiento más a Grecia.

Escribo estas ideas antes de que se reúna el Eurogurpo y, por tanto, también el Consejo Europeo. Ya decíamos que no iba a ser fácil. Romper promesas electorales es algo que no debe hacerse, aunque la mayor parte de los políticos lo practica con demasiada frecuencia. Pretender cambiar las reglas del juego, a mitad de un partido, tampoco es muy recomendable.

Grecia, aún cargada de razón en lo que se refiere a la catastrófica situación, económica y social, que se ha derivado de las políticas que le ha impuesto la troika, tiene que ser consciente de que, para obtener el mejor resultado posible de su negociación, obviamente en favor del pueblo griego, no puede dirigir su coche, a toda velocidad, contra el pesado tren que le viene de cara, porque, los trenes no suelen apartarse de su trayectoria, que está guiada por unos raíles.

Los demás deberíamos ser conscientes de que la alternativa Grexit, alentada por algunos y, según los sondeos de opinión, preferida por el 40% de los votantes alemanes, no es una salida real, sino una auténtica barbaridad, que, además, no sería una solución duradera, sino que, antes al contrario, terminaría por agravar la situación, ya que, en absoluto, puede descartarse un efecto dominó.

Seamos, pues, serios. Abandonemos tácticas negociadoras extremas inspiradas en alguna teoría de juegos, más propia de momentos históricos muy distintos, y abracemos una visión más cooperativa de la negociación, con la finalidad última sin duda preferida por la inmensa mayoría de los seres mínimamente inteligentesde obtener resultados que sean beneficiosos para todas las partes, lo que es perfectamente posible.

Seguro que hay partidos políticos que, con lo que hasta el momento acontece, estarán "disfrutando" del espectáculo: precisamente aquellos que buscan desandar el camino recorrido y desintegrar Europa. La solución, sin embargo, está justamente en lo contario: más Europa, y solamente la tendremos avanzando lo más rápido posible hacia una plena integración política. Sólo de esta forma será posible que, finalmente, tengamos una gestión centralizada de la deuda a nivel europeo y una política fiscal común, lo que en opinión de muchos es la única salida viable a largo plazo para garantizar la supervivencia de la moneda única.

No creo que, en el momento presente, vayan a plantearse soluciones de estas características, pero la mejor negociación posible de un nuevo plan de rescate a Grecia, es aquella que haga posible cambiar, o como mínimo flexibilizar, algunas de las reglas vigentes, aunque ello lleve necesariamente aparejado un mayor grado de integración política.

Desde que en 2009 se puso de manifiesto la "crisis del euro", y ni las instituciones europeas, ni los gobiernos de los estados miembros, fueron capaces de encontrar una solución rápida y razonable, sus efectos perversos fueron creciendo y transmitiéndose, de Grecia a otros países periféricos, incluida España, hasta que Draghi decidió cortarla tan solo con una firme declaración, en el verano de 2012. Pasada la fiebre algunos creen que nos hemos librado de la enfermedad; no es así, solamente han desaparecido sus manifestaciones exteriores. Si no solucionamos a corto plazo el actual problema griego, volveremos a recaer, porque no hemos solucionado los problemas de fondo.

Desde 2012 solamente hemos sido capaces para algunos es mucho, para otros, muy pocode avanzar lentamente en un proceso de unión bancaria. Siendo necesario, en absoluto es suficiente. Necesitamos un presupuesto fiscal común realmente significativo en términos de PIB, y sobre eso, de momento, ni se habla.

Mientras tanto, y siguiendo con el ejemplo griego aunque también sea de aplicación al resto de países deberíamos darnos cuenta de que es imprescindible retornar al crecimiento económico y que ello será muy difícil, por no decir imposible, sin invertir en los sectores reales de la economía. Bienvenida sea la expansión cuantitativa finalmente acordada por el BCE, pero ya lo advirtió el propio presidente de nuestro banco central: en las circunstancias actuales, no basta con política monetaria, sino que ésta debe estar asistida por la política fiscal.

Fue una buena noticia que Juncker anunciara un plan paneuropeo de inversiones que, además, siempre que hubiera proyectos concretos y creíbles, beneficiara más a los países más afectados por la crisis. Y era una buena idea porque, después de mucho tiempo, envíaba una señal correcta: el crecimiento europeo ha de estar impulsado por la inversión. Pero poco más, porque el plan carece de la más mínima ambición, primero por el volumen; muy escaso, pero también por la forma en la que se financia y las restricciones a las que está sometido.

Sería muy conveniente, para empezar a "levantar el vuelo", que los gobiernos, en general, y particularmente, los de los países grandes con mejor equilibrio presupuestario, se implicaran en un gran programa de inversiones a nivel europeo, lo que, seguro, aumentaría nuestra capacidad de recuperación. Ese sería un camino correcto.

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