Hace pocos días los medios difundieron un acontecimiento escalofriante y a la vez frecuente. La muerte a manos de su propia familia de una joven mujer del norte de la India perteneciente a la clase más baja, los dalit. El motivo fue su decisión de relacionarse con un joven que pese a pertenecer a su misma casta era de otro pueblo.

En este, como en otros casos el motivo fue una decisión contraria a las convenciones de su entorno y los deseos de su familia. Estos crímenes, llamados de honor, fueron estudiados y tipificados por diversas instituciones por su frecuencia. Human Rights Watch los define como: actos de violencia, usualmente asesinatos, cometidos por parte de los varones en contra de las mujeres de su propia familia cuando se considera que han traído deshonor a ésta. Como ocurre con muchos comportamientos extremos y aberrantes, estos crímenes revelan de una forma magnificada fenómenos que en pequeña escala ocurren en la mayoría de las familias. El tratamiento psicológico de los conflictos familiares evidencia con notable frecuencia la insatisfacción de padres con las elecciones de pareja de sus hijos.

Para comprender la intensidad y violencia de sentimientos a que suele llevar esta insatisfacción es necesario explicar los mecanismos estructurales de la paternidad ya que la decisión de tener y criar hijos es contraria a cualquier evaluación racional en términos de esfuerzo y beneficio. Los padres consumen la mayor energía de tiempo y recursos vitales de la principal etapa de su vida en este proceso.

¿Cuál es el mecanismo por el que esto puede llegar a ocurrir? A nivel biológico los individuos obedecen a un mecanismo para perpetuar la especie. A nivel psicológico les anima la ilusión de ver realizados todos sus valores e ideales en sus dorados principitos, destinados a ser maravillosos, enormemente felices y triunfadores. No hay otra explicación para semejante transferencia de todo el capital narcisístico.

La complicación es que así como los padres no pueden lanzarse al proyecto sin una gran dosis de expectativas, los hijos no pueden, por razones que ahora veremos, portarse bien y cumplir. Resulta que el desarrollo de la personalidad no es fruto de la armonía sino de la resolución de constantes conflictos. El psicólogo alemán Erik Erikson describió todo el desarrollo vital en términos de la resolución de ocho grandes conflictos que llamó "las ocho edades del hombre" Lo mismo ocurre con la historia. Los enfrentamientos entre intereses, países, clases sociales y religiones son los verdaderos protagonistas de la historia. Las ciudades que habitamos están construidas sobre millones de muertos de guerras casi continuas.

Esos padres asesinos de sus hijos son una expresión fracasada y demencial de esa tensión conflictiva que en microdosis impulsa la novela familiar. La razón estructural de este conflicto tiene dos caras. Del lado de los padres la decepción por lo incumplido de lo que hacen los hijos con la relación con sus padres a quienes tienden a dejar atrás y con la forma que dan a su propia vida. Del lado de los hijos el hecho de que como individuos no pueden convertirse en sujetos y protagonistas de su propia vida si encarnan el deseo de otros. Incluso cuanto más próxima la relación más deseos y más necesidad de ruptura.

Esta necesidad de ruptura explica que muchas veces los hijos tomen decisiones desfavorables e incluso malogren posibilidades solo por lograr una diversidad que los constituya como sujetos. Ejemplos de esto son los choques generacionales en las empresas familiares.

Como siempre ocurre en la forma en que las personas resuelven ciertas necesidades vitales, hay casos extremos como el de los crímenes de honor en que los padres no toleran ningún incumplimiento ni libertad del hijo respecto a su deseo, u otros más felices, en que tras un duelo la nueva realidad es aceptada. También en los hijos hay extremos en que la necesidad de diferenciarse los lleva a decisiones irracionales y empobrecedoras por mero antagonismo, y otros en que la emancipación encuentra formas armoniosas y enriquecedoras. La salud psíquica no se basa en la ausencia de conflictos sino en la capacidad para gestionarlos y en el contexto de cada cultura. La occidental es tan opuesta a la de la India que la situación es inversa, como lo reflejó el sarcástico escritor y dramaturgo español Enrique Jardiel Poncela: "Por severo que sea un padre nunca es tan severo como un hijo juzgando a su padre".