25 de diciembre de 2014: cientos de inmigrantes sin papeles entran de forma legal en Mallorca. Aunque de momento se encuentran confinados en dependencias de seguridad, fuentes consultadas aseguran que en breve muchos serán puestos en libertad y circularán a sus anchas por el territorio insular sin identificación alguna. Se sospecha que el 6 de enero pueda repetirse esta anómala situación en cifras superiores.

Esta noticia, así redactada, habrá preocupado a muchos por alarmista e indignado a otros por xenófoba. Tal vez si matizamos que los intrusos no son africanos desesperados sino mascotas envueltas en papel de regalo la temperatura corporal del lector vuelva a su nivel habitual.

Como cada año, Papá Noel y los Reyes llegan cargados de bichos de todas las latitudes. Estos animales gustan como regalo de Navidad, pero suelen acabar abandonados. En los últimos años, animales tan exóticos como la cotorra de Kramer o la tortuga de Florida se han adaptado a nuestro entorno y han colonizado pinares y albuferas desplazando y depredando nuestra fauna autóctona. Unos pocos son capturados y acaban en las dependencias del COFIB, como la hembra de cocodrilo cubano que, abandonada en un saco por algún gilipollas a las puertas del centro en 2003, permaneció seis años reclusa en una celda hasta que, por ser de una especie de máxima protección (de poco le sirvió a la hora de ser vendida) fue repatriada en julio de 2009.

La buena noticia es que Mallorca será en breve el paraíso terrenal: un enorme parque temático adornado por bestias de toda casta. Nuestros aburridos puputs y mel·leres dejarán paso a la glamurosa cotorra argentina. Nuestros discretos ferrerets serán delicatessen para el selecto paladar de mapaches y coatíes, que amenizarán con sus graciosas correrías las excursiones por la Serra de Tramuntana. Intrépidos turistas vendrán de allende los mares para explorar nuestras albuferas con la esperanza de fotografiar algún caimán o una boa constrictor engullendo alguna de nuestras aves endémicas.

Alardeamos de parques naturales y patrimonios mundiales de la Unesco, pero somos incapaces de legislar para proteger lo poco que nos queda de fauna autóctona. Mientras un inofensivo ca rater debe estar identificado con microchip y hay que sacarse carné para tener un pitbull, cualquier imbécil puede adquirir un varano y soltarlo en la albufera porque "le ha crecido demasiado el animalito para tenerlo en casa". Levantamos vallas coronadas de afiladas cuchillas para protegernos de nuestros congéneres del sur, pero abrimos de par en par las puertas de nuestros frágiles ecosistemas a todo tipo de especies, por no perjudicar las ventas de unos pocos tenderos, traficantes de personas no humanas.

La respuesta del político de turno es que hay leyes internacionales que protegen el comercio, contra las que no podemos hacer nada; pero sí podemos redactar ordenanzas que obliguen a estos negreros del siglo XXI a identificar sus artículos con microchip, para que les puedan ser devueltos con sanción grave de regalo, en caso de abandono; para que así aprendan a escoger a quién venden su mercancía. Aunque la única y definitiva solución al problema es la abolición definitiva de esta moderna trata de esclavos y que los perjudicados se dediquen a vender peluches.

*Presidente honorífico de la Plataforma Balear per a la Defensa dels Animals (Baldea)