Entre las cualidades que deben adornar a un periodista no se encuentra afortunadamente la de ser agorero. Esto no ha impedido, en cambio, que editores y personas relevantes del oficio hayan jugado en los últimos años a adivinar el futuro incierto de los periódicos impresos y a sumarse a los funerales por adelantado ante la crisis del papel, el avance imparable de las nuevas tecnologías y, en general, la pesadumbre económica. Artuhur Ochs Sulzberger Jr., editor y presidente del consejo de administración de The New York Times, uno de los casos más distinguidos, se arrepintió de sus palabras y cada vez que tiene ocasión de hacerlo admite que se equivocó al vaticinar una muerte prematura de las rotativas.

Sulzberger se confesó en público por primera vez el pasado mayo en un coloquio de IESE Global Leadership: "Hace tiempo que cometí el error de afirmar que el papel desaparecería antes de cinco años, y me parece que han pasado ya siete". Miembro de una familia en cuyas manos ha estado el Times durante cinco generaciones desde 1896, aseguró que la edición de papel del prestigioso diario neoyorquino cuenta con 820.000 suscriptores que reciben el periódico a diario en sus domicilios y que se han mantenido fieles desde hace dos o más años. Todo ello frente a los 800.000 suscriptores digitales.

Lo que no quiere decir, sin embargo, que la "Dama gris" „así es como se conoce también al gran diario de la Octava Avenida„ no haya hecho un gran esfuerzo desde hace aproximadamente una década por incorporarse a la era digital, hasta el punto de convertirse en uno de los mejores modelos de integración del negocio. Los resultados saltan a la vista: más de 65 millones de usuarios únicos al mes acceden a los artículos publicados por el periódico. Sulzberger, que tomó el relevo de su padre en los noventa, coincidiendo con los primeros cambios en las redacciones, recalcó que no hay una sola edición exclusivamente digital que pueda competir en calidad con su periódico. Sus palabras, que entonces tuvieron amplio eco en los medios de comunicación, ganan sentido cada vez que un lector exigente de diarios lo comprueba comparando los productos. Ni Vox, ni Five Thirty Eight, Político, ni cualquier otro pueden tampoco competir en influencia con el viejo Times.

Se viene hablando del fin de los periódicos desde el inicio de la actual crisis económica: el descenso de la venta del papel, la caída de la publicidad, etcétera. El mal llamado periodismo tradicional no ha dejado de ser en todo este tiempo una noticia interesada para quienes intentan usurpar su puesto sin preocuparse, cuando menos, de mantener lo mejor de las redacciones de siempre. Arianna Huffington, editora de uno de los pocos diarios digitales verdaderamente rentables, el Huffington Post, reconoció en su día, incluso antes de que lo hiciera Sulzberger, la equivocación de lanzar un réquiem por los periódicos. Huffington se manifestó favorable a un periodismo híbrido: "Los viejos medios están abrazando ya los métodos de los nuevos: la interactividad y la inmediatez. Los nuevos, por nuestra parte, incorporamos las mejores prácticas de la vieja escuela, como el rigor, el equilibrio y el periodismo de información". Y añadió entonces: "La pregunta no es ya cómo salvar los periódicos, sino cómo hacerlo fortaleciendo el periodismo". Así es. No se trata únicamente de mantener el soporte de papel mediante el que las naciones se han hablado a sí mismas durante décadas, sino de ser conscientes de que las sociedades libres no se sustentan gracias a la información, la investigación de la noticia o la influencia en la opinión pública de un mensaje de Facebook o Twitter, o de los blogs de periodismo ciudadano, por bueno que sea el blog y buenas las intenciones.

Los editores españoles, por lo general, han vuelto a ser optimistas. La resistencia en cuanto a difusión de algunas cabeceras permite alimentar esa fe, aunque llevará tiempo, si es que se consigue, recuperar las cifras de publicidad de otras épocas. Un dato que anima es que en los mercados maduros, donde las ventas de los diarios han sufrido el mayor declive, la penetración de los periódicos sigue siendo importante. En muchos países europeos la prensa continúa llegando a más del 70% de la población adulta. En Japón, la cifra alcanzaba no hace todavía demasiado tiempo el 90%.

El camino es mantener una innovación activa en el periodismo de calidad recurriendo a todos los soportes: la llamada integración de las redacciones. Sulzberger se ha referido más de una vez a la diversificación de la oferta y de la demanda, a una mayor flexibilidad en la reutilización de los contenidos por parte de Google, que ofrece, a su juicio, la oportunidad nada despreciable de que el Times sea conocido por otras personas, y a la movilidad y la velocidad de los nuevos dispositivos, tabletas y teléfonos inteligentes dotados para una lectura ágil de la actualidad. Las ofertas del gran periódico neoyorquino para renovarse incluyen todas las armas de que dispone una redacción, todavía bien nutrida, unidas en un paquete donde el papel sigue siendo troncal y sinónimo de calidad. Esa apuesta decidida por el papel ha llevado hace tiempo al Times a competir con las grandes cabeceras europeas con una edición impresa para el continente. Por otro lado, la unidad hace la fuerza.

Uno de los retos para la "Dama gris", también conocida por "la biblia", un periódico que acumula más de un centenar de premios Pulitzer, ha sido combatir la trivialización de las noticias. Sulzberger ha dicho que uno de los principales dilemas a que se enfrentan muchos editores es el de tener que renunciar a la calidad en favor de otros contenidos ligeros, a veces hasta disparatados, que atraigan a mayor audiencia. El editor del Times acostumbra a decir que un negocio no puede basarse en las ganancias inmediatas, "el periodismo de calidad acaba siempre por destacar entre otras opciones, cada vez se pagará más por él y a largo plazo resultará rentable". En cualquier caso, una forma segura de fracasar es abandonarlo.