Con el pequeño Nicolás y la novia del PP de invitados estelares, a la coronación de Felipe VI solo faltaron Torrente y Copito de Nieve. Enhorabuena al todavía anónimo redactor de la lista secreta, aunque defender que un jovenzuelo pueda recibir la llamada de Juan Carlos de Borbón es tan absurdo como imaginar a una amiga entrañable del Rey acompañándole en sus cacerías de Estado, además de disponer de residencia propia y de vuelos en reactor privado con cargo a los presupuestos. La Zarzuela todavía no ha desmentido la escalofriante publicación de una reunión en palacio con el ministro de Justicia y el fiscal general, para diseñar la exoneración de Cristina de Borbón. Sin embargo, ya ha negado al pequeño Nicolás en media docena de ocasiones. Solo debe desmentirse lo que es cierto. Proclamo desde aquí que el domingo me caso con la Infanta Elena, a ver qué pasa.

El crío se crio a los pechos del aznarismo. Quienes ahora refutan en masa al pequeño Nicolás y exigen que no lo tomemos en serio, son los mismos que le prestaron una atención inusitada, según consta en el aparatoso material gráfico recopilado por el narcisista. Cuesta entender que abuse de las instituciones quien se insiste en que no forma parte de ellas. Sin embargo, todos aceptamos que no se puede permitir que el jovenzuelo utilice a La Zarzuela y La Moncloa de señuelo para sus negocios, como si fuera el presidente de una gran constructora. O gran eléctrica. O gran banca.

En una misma semana, Rajoy ha destituido a Ana Mato y al pequeño Nicolás, en ambos casos porque le acarreaban más problemas que réditos. Pese a la campaña denigratoria, el conseguidor veinteañero supera en audiencia al presidente del Gobierno, así de bajo está el listón del inquilino de La Moncloa. El zar Nicolasete ha demostrado que en la corte de los milagros madrileña gobiernan el amiguismo y el tráfico de influencias. El pequeño solo ha reclamado una parte del pastel y, en cuanto señala al sombrío García Revenga como su interlocutor zarzuelero, no queda otra que escucharle con ambos ojos muy abiertos.