Para el poeta y erudito Pere Gimferrer "el castellano ha perdido eficacia poética por su alta actividad", al agotar metáforas y potencia expresiva. Acaba de publicar dos poemarios, uno en italiano y otro en castellano, éste traducido del catalán. "Hay muchas palabras gastadas por la generación del 27", ha dicho también. Es un diagnóstico sugestivo, que alguien podría leer en clave política. Yo desde luego descarto esa lectura, pero el castellano estaría igualmente gastado en 1966, cuando un Gimferrer con veinte años publicó el deslumbrante Arde el mar, innovando el lenguaje poético. No hay un censo cerrado de palabras, tropos y figuras, el idioma no es un filón que se agote. Lo que puede agotarse es el ingenio para recrearlo, la voluntad de ruptura con lo manido, el empeño de golpear el idioma hasta hacerle saltar chispas. Tendemos a elevar a categoría nuestra circunstancia.