La jugada más inteligente de la historia del PSM consistió en extinguirse para reencarnarse en Més. Cumplía con el mandamiento freudiano de matar al padre, en su caso el PP. Potenció su ciclo biológico en el momento propicio, porque se adelantó a la desbandada en el partido del progenitor. Se despojó de adherencias folklóricas y, en la soledad de la jungla política, tiene que aprender a ganar. Ha de liberarse de la pulsión del perdedor, escrutar las entrañas de los cien mil manifestantes contra el TIL.

Las primarias se llaman en inglés "votaciones de paja" porque no son científicas, pero toda movilización de una masa electoral implica un margen de error. Sin embargo, la sociedad prefiere hoy la equivocación solidaria al acierto caudillista. En el revuelo posterior, cabe recordar que la retirada de Fina Santiago es una tragedia para Més. En cambio, la vanidad herida de Joan Lladó solo dañará a la coalición en proporción al eco que rebote. El líder de Esquerra en Mallorca se cree Oriol Junqueras. Sin embargo, el volumen de votos que arrastra su figura se mide en decenas, a la altura de Bauzá o de Antonio Gómez.

ERC obtuvo un gran resultado balear en las europeas, en buena parte por derivación de Més. Mientras ambas formaciones riñen, crece Podemos. En el aspecto personal que se dilucida, Lladó considera que los mallorquines le valoran demasiado para relegarlo a la undécima posición. Por desgracia, también puede afirmarse que ha sido relegado precisamente porque los votantes le conocen demasiado. Biel Barceló demostró en su conferencia del lunes que ya engola la voz presidencial. Lladó debería recordar que Més ha de aspirar a obtener un mínimo de once diputados, ante la conjunción del desmoronamiento del PP y la astenia del PSOE.