Se conoce como adanismo el deseo (y la creencia de ser posible) de iniciar todo de nuevo, borrando de un plumazo la historia anterior de la realidad en que uno vive. En política, el adanista aspira a construir el sistema desde cero, anulando el que hay e inventando sobre la marcha uno nuevo. No hay que confundir al adanista con el revolucionario, pues éste, aunque aspira a cambiar de forma radical el estado de cosas, tiene un modelo final (por ejemplo, la sociedad sin clases) y al menos bien teorizado el proceso para llegar a él. En el adanismo, en cambio, en lugar de teoría revolucionaria hay una mezcla de ingenuidad, voluntarismo y arrogancia. De la Transición nació un régimen que hoy está en profunda crisis, pero que ha dado a España el más largo periodo de estabilidad, desarrollo y progreso social de su historia contemporánea. Su secreto es que en la Transición no hubo adanismo.