Leo que cada concursante de Gran Hermano gana 1.200 euros por programa, más unos complementos de unos 50 euros al día. ¿Es mucho o poco? Hombre, si se piensa en que estos „¿cómo llamarlos, "concursantes", "vividores", "actores"?„ llenan muchas horas de programación en horas de máxima audiencia, están cobrando una miseria. Pero si se piensa en lo que tiene que hacer cualquier empleado normal para ganar esta misma cantidad en estos tiempos, estos sueldos „aunque tampoco sé si "sueldo" es el sustantivo adecuado„ me parecen una barbaridad e incluso una vergüenza. Y más aún cuando uno de esos concursantes puede cobrar 8.000 euros por una visita al Deluxe, que supongo que debe de ser otro de los programas de Tele5 en los que se alardea de no hacer nada y de tener la cabeza más bien hueca. 8.000 euros por aparecer en un programa con el único mérito de haber sido concursante de Gran Hermano es una humillación en toda regla para la gente „y hay mucha„ que gana esa cantidad en un año entero, y trabajando muchas horas al día, y haciendo cosas que casi ninguno de nosotros querría hacer.

Una de las cosas que más me llama la atención entre quienes critican desaforadamente a la casta y a la corrupción „y con mucha razón„ es que todos se olviden de esa otra forma de corrupción moral que se instalado en nuestras vidas a través de todos esos programas basura de algunas televisiones privadas. Mi hija ve un programa vomitivo „el más machista y estúpido que he visto en mucho tiempo„ que se llama Mujeres y hombres y viceversa, una ensalada de insultos, frases idiotas e improperios machistas que en cualquier país civilizado habría causado una demanda judicial o al menos una campaña pública de descrédito contra sus emisores. Pero aquí no pasa nada y el programa se emite con toda tranquilidad, para que podamos enterarnos de las vidas y opiniones de esas chicas que se llaman Samira o Steisi (un nombre que tal vez eligieron para su hija unos padres que admiraban a Frank Zappa, quien le puso a su hija el nombre de Moon Unit, "Módulo Lunar", ni más ni menos) y que se siempre se dejan seducir por el tipo más macarra y más imbécil que se les ponga delante. Y cuando intento convencer a mi hija para que no vea ese programa „que se repone en verano y en horas de máxima audiencia„, me dice que no puede hacerlo porque todas sus amigas lo ven y ella no puede quedarse al margen de las conversaciones y de la presión del grupo. Todo perfecto: la dictadura de la estupidez.

Digo esto porque el clima de degradación moral que hemos vivido „y que quizá sigamos viviendo„ no ha sido causado por un meteorito llegado de otro planeta ni por un extraño virus mutante que se ha colado entre nosotros. Si mucha gente no ha tenido ningún problema para robar dinero público a la vista de todos (o tomando muy pocas precauciones), no ha sido sólo por su cercanía al poder y por la enorme impunidad que disfrutaban, sino porque la sociedad en la que vivíamos era una sociedad en la que tres o cuatro millones de personas se sentaban felices „y siguen sentándose felices„ a ver programas como Gran Hermano o Hombres y mujeres y viceversa. Y la apología incondicional de la desvergüenza y de la estupidez que se hace en esos programas ha contribuido a crear ese ambiente de fosa séptica en el que robar unos cuantos millones de euros no parecía un hecho vergonzoso ni indigno ni siquiera reprobable, sino más bien una hazaña que podía ser admirada y envidiada por esa misma gente que contemplaba embobada esa clase de programas. Y cuando una sociedad se dedica a ensalzar la estupidez y la amoralidad „dos conceptos que en el fondo son sinónimos„, al cabo de un tiempo ya no puede esperar nada más que todo lo que nos ha ocurrido.

Por eso mismo me parece muy infantil que creamos que todos los problemas que tenemos se deben a una "casta" de malvados que han actuado mal, mientras que los buenos ciudadanos „la mayoría de la población„ no ha tenido ninguna culpa en la rapiña generalizada ni en el saqueo de fondos públicos. Eso es una hipótesis que nos gusta mucho porque nos exime de toda responsabilidad, pero no es cierta porque todos „repito, todos„ hemos tenido una responsabilidad en lo que ha pasado, aunque haya sido una responsabilidad venial o parcial como cómplices o encubridores. Ya sé que a mucha gente no le gusta oír esto, pero alguna vez deberíamos reconocer que las cosas son así.