Si el pasado 30 de octubre, el gobierno socialdemócrata de Suecia reconocía a Palestina, abriendo así una brecha muy relevante en el planteamiento occidental del problema del Próximo Oriente, la nueva alta representante de Política Exterior y Seguridad de la Unión Europea, Federica Mogherini, realizó este pasado fin de semana una cálida defensa de la solución de los dos estados al afirmar en Gaza y en Ramala "la necesidad de tener un Estado palestino", cuya capital sea Jerusalén Este. Con anterioridad, había exigido ante el propio Netanyahu el cese de las construcción de colonias -que definió como un obstáculo para la paz- y había defendido ante el titular de Exteriores israelí, Avigdor Lieberman, la necesidad de recuperar el diálogo pero desde una perspectiva que incluye el reconocimiento de Palestina. Ya era hora de que Europa se liberase de todos los prejuicios -en especial, los derivados del recuerdo del Holocausto- que han impedido hasta ahora orientar la relaciones con Israel de acuerdo con los grandes principios éticos que rigen en el Viejo Continente: el derecho a existir del Estado israelí está fuera de discusión, pero este principio no justifica que Israel viole sistemáticamente los derechos humanos en sus relaciones de vecindad con le pueblo palestino.

La solución de dos estado es la única que puede aportar la paz a largo plazo en la región, y es por tanto la que debe procurarse sin más demora.