Uno de los mayores reproches que se ha estado haciendo al Ejecutivo de José Ramón Bauzá es el de haber gobernado con atención preferente, y casi exclusiva, para la potente patronal hotelera de las islas. Lo ha hecho en detrimento de otros sectores empresariales y económicos, con una incidencia que alcanzó su máxima cota en los tiempos de Carlos Delgado como conseller de Turismo y sin que después de su dimisión hubiera merma suficiente de tal comportamiento. Los hechos son tan evidentes que hasta los hoteleros lo saben y admiten. Por otro lado, el enfado de la oferta complementaria es mayúsculo, causa por la cual la Federación Hotelera se resquebraja de la forma en que lo está haciendo.

Pero los buenos tiempos y los matrimonios de conveniencia política no duran una eternidad. Los hoteleros empiezan a divisar en el horizonte del próximo mes de mayo, con las elecciones autonómicas, las orejas del lobo. Acostumbrados al trato preferente y a ejecutar su capacidad de influencia adivinan ahora que se les acaba la buena racha y el viento a favor porque, tal como están las cosas y con lo que se viene arrastrando, intuyen -no son los únicos- que al PP se le esfuma la mayoría absoluta y a ellos las prebendas.

Para decirlo más claro, temen al efecto Podemos, el movimiento político social que hace dos días derramaba hasta la calle la afluencia en la apertura de su sede en Palma. Les inquieta tal fenómeno porque, como resulta obvio, el discurso de sus portavoces dista mucho del que le gusta oir al capital. Tachan de "radical" su mensaje y confían en que el creciente globo de Podemos se deshinche, por lo menos un tanto, antes de las próximas elecciones. Alimentan tal esperanza en la falta de estructura política y en las carencias organizativas del movimiento que personifica Pablo Iglesias pero, por si acaso, no permanecen con los brazos cruzados.

A falta de un PP robusto bueno resulta un PSOE moderado dicen los hoteleros. Han empezado a abonar y cultivar este huerto convencidos de que, en beneficio de su negocio, siempre resulta conveniente tener sembrado en la fértil parcela del poder. Algunos sectores empresariales de peso, dentro del mundo de la hostelería, no niegan sus aproximaciones a los dirigentes socialistas actuales, los sucesores de quienes un día, no tan lejano, quisieron imponerles la ecotasa que Antich defenestró después en beneficio, dicen, de la paz social.

La oferta complementaria también está tomando posiciones ante un presumible Govern de coalición de izquierdas en el que Podemos puede tener un peso determinante pero, en este caso, no lo hace a modo de mal menor, como los hoteleros, sino con la esperanza de hallar en ello una mayor comprensión y atención para sus intereses. Ello significaría, por ejemplo, una regulación solvente de los alojamientos y una fiscalidad asumible o un cambio parcial de la novel ley de Turismo para que abandonara su actual perfil, hecho a imagen y semejanza de las grandes cadenas hoteleras. Todos intuyen un cambio en el horizonte electoral y nadie quiere llegar a él con el paso cambiado. Por eso se toman posiciones, aunque el resultado final no sea el apetecido.