Un sobrino mío se ha hecho de Podemos y una hermana mía les ha votado y creo que seguirá votándoles. En cierta forma lo entiendo. Cuando uno piensa en las tarjetas opacas de los consejeros de Caja Madrid, y en tantas y tantas otras cosas, es muy fácil comprender la indignación y el hartazgo de la gente. A los que tenemos una cierta edad, lo que pasa con Podemos nos recuerda lo que pasaba en los años de la Transición, cuando muchos de nosotros nos hacíamos de un partido de izquierdas „sobre todo del PCE„ porque nos seducía su retórica revolucionaria y su promesa de ponerlo todo patas arriba (por suerte no sucedió nada de esto).

Sin embargo, hay una diferencia sustancial con respecto a los años de la Transición. En aquella época, los dirigentes del PCE no creían de veras en el comunismo, por la sencilla razón de que conocían de primera mano cómo era la vida cotidiana en la URSS o en Rumanía. Y además creían en el consenso porque todos habían participado en la guerra civil y habían visto de cerca cómo era el miedo y la sangre y la crueldad, de modo que no tenían ningunas ganas de volver a encontrárselos en un enfrentamiento civil. Por eso creían en una variante avanzada de la socialdemocracia que asegurase abundantes derechos sociales y unas condiciones dignas de vida para los obreros y los empleados públicos, nada más (y nada menos).

Los líderes de Podemos, en cambio, son ratas de biblioteca que creen en el comunismo „o al menos en una versión más o menos descafeinada del marxismo„ como una herramienta teórica que funciona y que puede arreglar una sociedad destruida por la crisis. Y lo que han visto en Venezuela o en Ecuador „que son sociedades muy distintas a la nuestra„ les han hecho creer que podía ser así. Y peor aún, todo lo que saben de la guerra civil lo han aprendido en videojuegos o en novelas, porque los únicos estampidos que han oído en su vida han sido los petardos de los gamberros (cosa que les permite hablar con gran frivolidad de ETA y de los años de la Transición). Y también han crecido en un periodo de prosperidad nunca antes conocida en nuestro país, hasta el punto de que mucha gente „empezando quizá por ellos mismos„ se ha llegado a creer que el dinero público es ilimitado y que la economía productiva consiste en una bonita máquina de imprimir billetes.

De todos modos hay cosas interesantes en Podemos. Hace tiempo me leí su programa electoral y me encontré ideas muy razonables perdidas entre una maraña de retórica disparatada. Porque Podemos ha demostrado que se puede hacer una buena campaña electoral con muy poco dinero, lo que debería llevar a limitar las subvenciones gigantescas a los partidos políticos. Y es muy razonable su exigencia de limitar los sueldos de algunos cargos públicos o de suprimir las sicavs, gracias a las cuales Cristiano Ronaldo paga muchos menos impuestos que usted o yo. Ahora bien, otras muchas cosas entran en el terreno del puro delirio. Y cuando se dice que Podemos ha hecho un diagnóstico certero de la situación actual de nuestro país, yo creo que eso no es del todo cierto. Lo que ha hecho Podemos es un diagnóstico muy certero de lo que un sector muy importante de la población "quiere" oír acerca de la crisis. Me refiero a un sector mayoritariamente joven, urbano y universitario, es decir, a la gente que ha crecido en los años de prosperidad y que ha aprendido a vivir en el mundo del gratis total de Internet, con padres y profesores permisivos y en circunstancias sociales muy favorables: esa gente que de pronto se ha encontrado con una crisis económica brutal que les ha demostrado a lo bestia que el mundo no era tal como habían llegado a creer que era. Y el secreto de Podemos es que les asegura a todos esos jóvenes que la culpa de la crisis es de unos pocos corruptos y de la "casta" de los partidos políticos, así que basta terminar con la casta y fundar una democracia "real" para que de golpe, por arte de magia, alehop, se acabe la crisis y todo vuelva a ser como antes. Y claro, este mensaje funciona a las mil maravillas entre unos jóvenes (y no tan jóvenes) que han sido educados en un sistema educativo no demasiado exigente, además del narcisismo de Facebook y Twitter y la creencia hedonista de que la responsabilidad individual no existe.

Así que mi sobrino seguirá siendo de Podemos y mi hermana les seguirá votando, porque las noticias que se hagan públicas en los próximos días superarán con creces todas las obscenas barbaridades que ya conocemos sobre los políticos y los banqueros. Por desgracia para todos nosotros.